Precariedad y alfabetización técnica, Freire actual. Entre indignación y esperanza
- Ana Ma. Valle, Facultad de Filosofía y Letras UNAM • Marco A. Jiménez, Facultad de Estudios Superiores Acatlán UNAM
- n. 33 • 2022 • Instituto Paulo Freire de España
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Precariedad y alfabetización técnica, Freire actual.
Entre indignación y esperanza
Ana Ma. Valle
Facultad de Filosofía y Letras UNAM
Marco A. Jiménez
Facultad de Estudios Superiores Acatlán UNAM
Resumen
El texto tiene como objetivo reflexionar, desde Freire, la relación entre alfabetización técnica y precariedad, a partir de nociones como potencia del no, miseria, indignación y esperanza. Contiene tres apartados: 1) Potencia del no y alfabetización técnica, ante la tiranía de la libertad es posible decir “no” y la alfabetización técnica implica pasar de la ingenuidad a la crítica respecto a la forma como nos relacionamos con la tecnología; 2) Precariedad y miseria, la inestabilidad en el mundo tecnologizado se convierte en miseria del pensamiento; 3) Indignación y esperanza de los cuales brota toda innovación ética, la esperanza no trata de una espera tediosa sino de un impulso inquietante por el presente que obliga a la acción de resistencia.
Palabras clave
Alfabetización técnica, miseria, esperanza, indignación
Ahora les voy a contar
Como es que el sapo se mata
El solito sin querer
Un día salta y se ensarta
Nunca deja de saltar
Pasa la vida saltando
Salta que salta que salta
Y solo se acaba ensartando.
Que culpa tiene la estaca
Si el sapo salta y se ensarta
Si el sapo salta y se ensarta
La culpa no es de la estaca.
Librado Barajas
Presentación
En la madrugada del 2 de mayo de 1997 la muerte encontró a Freire escribiendo las últimas “cartas” que conforman la primera parte de Pedagogía de la indignación. Cartas pedagógicas en un mundo revuelto(2012), en la segunda parte de este su último libro, están “otros escritos” de 1996, uno de ellos titulado “Desafíos de la educación de adultos frente a la nueva reestructuración tecnológica”. Sin duda, a estas alturas del siglo XXI, en este 2022 a cien años del nacimiento de Freire, el mundo está revuelto y hay una reestructuración tecnológica que afecta toda práctica cultural y educativa. No hay revoltura sin mundo, no hay reestructura sin tecnología, por lo que no se puede eliminar la revoltura sin eliminar el mundo o parte de él, como tampoco se puede deshacer la reestructuración sin deshacer la tecnología o parte de ella. Más aún, la tecnología es constitutiva del mundo, de lo natural y lo cultural, como el mundo es el terreno donde la tecnología es posible. En tal sentido, la revoltura y la reestructuración son parte sustantiva de la vida del mundo y de la tecnología que habita en él.
El texto que a continuación se presenta tiene como objetivo reflexionar, desde Freire, la relación entre alfabetización técnica y precariedad, a partir de nociones como potencia del no, miseria, indignación y esperanza. Asumimos que la potencia del no enfrenta la tiranía de la libertad a través del ayuno de positividad y de la preferencia negativa, ante “todo está permitido y haz lo que quieras”, propio de los analfabetos tecnológicos, la potencia del no marca los límites entre lo permitido y lo prohibido que permite vivir con otros y conectados con el mundo. La alfabetización técnica implica pasar de la ingenuidad a la crítica respecto a la forma como nos relacionamos con la técnica, es decir estar con el mundo, como condición de alfabetización, es una conexión histórica con los objetos técnicos, con la técnica y la tecnología. La precariedad, en tanto inestabilidad, poca duración e insuficiencia de recursos, en el mundo tecnologizado, se convierte en miseria del pensamiento, pobreza de la crítica y carencia de la capacidad de juicio. La miseria que se desata por el analfabetismo técnico no es responsabilidad del terreno tecnológico, donde se deposita enorme cantidad de basura que se consume, produce y distribuye y que permite “existir” en las redes sociales y las plataformas tecnológicas. La indignación, la rabia y el odio tanto como el sosiego, la calma y el amor de Freire son instintos de los cuales brota toda innovación ética, política y pedagógica. No puede haber pedagogía sin el choque de instintos opuestos, sin la tensión entre contrarios, hablar de Pedagogía de la esperanza o Pedagogía de la indignación, es hablar de la fuerza de la innovación humana que intenta ordenar instintos como rabia, odio, sosiego y amor. Finalmente, la esperanza puede ser entendida como espera del advenimiento de un mundo mejor, pero el futuro prometido por la esperanza está ya en el vientre del presente, por lo que no se trata de una espera tediosa sino de un impulso inquietante por el presente que obliga a la acción de resistencia, y ésta entendida como lo que soporta el flujo continuo de la diferencia y de la alteridad.
Potencia del no y alfabetización técnica
El epígrafe de la primera carta pedagógica en un mundo revuelto dice así:
Me da pena y me preocupa cuando convivo con familias que sufren la “tiranía de la libertad” de los niños que lo pueden todo: gritan, escriben las paredes, amenazan a las visitas frente a la autoridad complaciente de los padres, que encima se creen campeones de la libertad.
(Freire, 2012, p. 36)
Lo que muestra la revoltura del mundo y la reestructura de la tecnología es la posibilidad de blandir un no frente al otro, de poner un alto a esa comodina tolerancia blanqueadora de un mundo cada vez más revuelto, la potencia del no, de decir no a los niños ilimitados por sus obtusos padres, a los jóvenes capturados por los dispositivos cibernéticos y simultáneamente ignorantes tecnológicos, a los tiranos de la libertad amantes de sus democracias a modo, a los autoritarios sin autoridad expertos en derechos inclusivos. Esa potencia del no emerge en la revoltura y reestructuración posibles en un mundo tecnológico como este. Por eso las palabras de Freire en sus cartas pedagógicas en un mundo revuelto y en su escrito sobre los desafíos de la educación de adultos frente a la nueva reestructuración tecnológica, son tan actuales en estos momentos de innegable revoltura y reestructuración.
Con el dicho “a río revuelto ganancia de pescador”, no cabe duda de que, en la revoltura hay ganancias y pérdidas, hay pescadores y pescados, ante esto ¿quién es el pescador que puede sacar ganancias del mundo revuelto? ¿Qué se pierde y qué se gana a partir de las conexiones que se establecen con la alta tecnología? Desde el terreno ético hay ganancia y pérdida de bien y mal, desde el ámbito económico hay ganancia y pérdida de utilidad e inutilidad, incluso a partir de lo pedagógico puede haber ganancia y pérdida de docilidad e indocilidad. En este sentido, en este mundo revuelto se ganan y se pierden formas de conexión con el mundo cibernético, donde lo bueno y lo malo, lo útil e inútil, la docilidad y la indocilidad están en juego. Habitamos un mundo donde es posible que surja la potencia del no.
Los límites que marcan la potencia del no pueden entenderse en dos sentidos. El primero en forma de ayuno, basta, no más y hasta aquí que surgen ante la tiranía de la libertad. Como Un artista del hambre, de Kafka, que antes de probar cualquier comida o saciarse con lo que sea, decide ayunar y ante la pregunta ¿por qué no puede evitar ayunar?, el artista del hambre dice sus últimas palabras, antes de morir, “porque no pude encontrar comida que me gustara. Si la hubiera encontrado, puedes creerlo, no habría hecho ningún cumplido y me habría hartado como tú y como todos” (Kafka, 2013, p. 76). Su arte consiste en sostener “la potencia del no” comer cualquier cosa, sólo comer lo que gusta, no le gusta lo que todos comen, no le gusta la comida que hay en abundancia. No le gusta cualquier cosa que circula en las redes sociales, nada o casi nada de lo que hay en las plataformas tecnológicas le gusta. Se trata de saber del gusto, del sabor por la vida, del aprecio por la distinción, por la alteridad y por el límite que marca diferencia. Cuando el artista del hambre muere, en su lugar, en su jaula pusieron a una pantera joven que comía lo que le gustaba.
Ni siquiera parecía añorar la libertad. Aquel noble cuerpo, provisto de todo lo necesario para desgarrar lo que se le pusiera por delante, parecía llevar consigo la propia libertad; parecía estar escondida en cualquier rincón de su dentadura. Y la alegría de vivir brotaba con tan fuerte ardor de sus fauces, que no les era fácil a los espectadores poder hacerle frente.
(Kafka, 2013, p. 76)
En la joven pantera no había “potencia del no” comía todo lo que le gustaba, cualquier cosa que le gustara, ahí en su jaula parecía que le gustaba todo o casi todo, no añoraba la libertad. La joven pantera vivía la dictadura de “haz lo que quieras, come lo quieras, con quien quieras y cuando quieras”, es el imperativo de la voluntad gobernada por el capricho, el antojo y el apetito, que deja fuera el pensamiento, la capacidad de juicio y el uso de la razón. No se añora la libertad porque en la jaula se sacia todo gusto.
El segundo límite es el “prefiero no” tan propio de Bartleby el escribiente(Melville, 2000), quien, al ser contratado por un abogado de Wall Street, realizaba una gran cantidad de trabajo, hasta el día que dice “prefiero no” ante la solicitud del abogado para examinar con él un documento. Frente a la tiranía de la libertad el “prefiero no” es una elección negativa, es decir, no es que no se prefiera, que no se quiera, más bien, lo que se prefiere es “no”. La negación inhibe el querer externo, el deseo de otro o la preferencia ajena a sí mismo. Lo que se niega es algo no preferido por sí mismo. Bartleby prefiere “no una voluntad de nada, sino la emergencia de una nada de voluntad”. El “no” y la “nada” son cosas distintas, el escribiente elige preferir no, antes que preferir nada o no preferir. Como a Freire, nos preocupa la tiranía de la libertad, del mismo modo nos preocupa y da pena el analfabetismo tecnológico que circula por las redes sociales y plataformas tecnológicas que alimentan a los algoritmos de datos que son preferencias de nada, de registros que son querer externo a sí mismo y de informes que son elección de positividad. La elección negativa es la potencia o la voluntad del no que en Bartleby se sostiene hasta sus últimos momentos de vida. El escribiente prefiere no cambiar nada, prefiere no decir, prefiere no comer, prefiere la inmovilidad, la mudez y la muerte antes que una existencia que afirma el vértigo del dinamismo, de la palabrería, del exhibicionismo y del exceso.
En el ayuno de positividad propio del artista del hambre y en la preferencia negativa de Bartleby, se muestra que la tiranía de la libertad, el analfabetismo tecnológico y el autoritarismo sin autoridad, desdibujan los límites de lo permitido y lo prohibido, no hay regla que marque los límites donde es posible vivir con otros y conectados con el mundo. En la era de la alta tecnología, con gran cantidad de analfabetismo tecnológico, inundado de intimidad que se hace pública en forma de indicadores y datos que nutren los algoritmos que circulan por las redes sociales y plataformas tecnológicas, es urgente la potencia del no, en tanto posibilidad para discernir, distinguir y apreciar la alteridad que permiten los acoplamientos con el mundo. En otras palabras, ante el mar de posibilidades que ofrece la alta tecnología, donde lo público queda invadido por lo privado y viceversa, es factible afirmar el “prefiero no” y optar por un no más producción, distribución y consumo de intimidad que igualitariza e inhibe la diferencia, que privatiza y cancela lo público y que publicita lo privado.
La potencia del no, de ninguna manera es un llamado a apagar el interruptor de los datos, los algoritmos y las plataformas, como si esto fuera posible, no es una convocatoria a abandonar las redes sociales y evitar el uso de plataformas tecnológicas, o a solazarnos llenos de angustia en la denuncia, políticamente correcta, de todos los males que las tecnologías traen consigo mismas, más bien la potencia del no conlleva aprender a construir una nave y navegar en ella para fortalecer el pensamiento y la capacidad de juicio que permitan distinguir y optar entre lo íntimo y lo público, lo individual y lo popular, la exhibición y la prudencia, las conexiones que igualitarizan y las que llaman al encuentro con la otredad, las que conforman su gusto con cualquier cosa y las fortalecen las delicadezas del gusto por la vida, las que comen lo que sea y las que se nutren del sabor del mundo. Aquí se establecen límites y reglas de acción que vigorizan las conexiones consigo mismo, con los otros y con el mundo.
Quizás la potencia del no se emparenta con la Filosofía del No como lo presenta Gastón Bachelard:
La filosofía del no no es una voluntad de negación. No procede de un espíritu de contradicción que contradice sin pruebas, que suscita argucias vanas. No huye sistemáticamente de toda regla. Por el contrario, es fiel a las reglas dentro de un sistema de reglas. No acepta la contradicción interna. No es que esta filosofía niegue cualquier cosa, en cualquier momento y de cualquier manera. Es solamente en determinadas articulaciones, bien definidas, cuando da origen al movimiento inductivo que la caracteriza y determina una organización del saber sobre una base más amplia.
(Bachelard, 2009, p.127)
Precisamente la actual revoltura en el mundo no permite pensar con serenidad y paciencia lo que nos sucede y de pronto nos encontramos polemizando por cosas baladíes frente a situaciones realmente graves que ponen en riesgo la vida de todos, aunque como siempre, no sin antes arrasar con los miserables. Discutir sobre la ciencia, la técnica y la tecnología parece ser fundamental en nuestros días, pero más que nunca hacen falta algunas coordenadas que ayuden a establecer un diálogo y una lucha, más allá de ideologías incluso dentro de ideologías, se requieren ciertos límites en el debate, para poder problematizar nuestro tiempo y no sólo para demostrarle al otro que no tiene la razón. [1]
En lo que parecería ser una franca alusión, probablemente involuntaria, a Theodor Adorno, quien en su crítica a la industria cultural repudiaba el rock, el jazz y el cine, Freire, por su parte afirma, “…sino aprecio el rock termino por negar la existencia de herramientas como el fax y la computadora” (Freire, 2018, p.11). Si la tecnología es simple herramienta o es otra cosa es algo que no está a discusión, aquí lo que interesa es el pensamiento que problematiza y no solamente polemiza para refutar o desechar. “Cuando uno no es capaz de comprender, de ponerse a la altura de los tiempos rechaza” (Freire, 2018, p.11).
Alfabetizar, siguiendo a Freire, implica “no sólo estar en el mundo sino conél, trabar relaciones permanentes con este mundo, que surge de la creación y recreación o del enriquecimiento que él [alfabetizado] hace del mundo natural, representado en la realidad cultural” (Freire, 2011, p. 98). No sólo se trata de la lectura de palabras sino de la lectura del mundo, del lugar que el sí mismo ocupa en la realidad. Alfabetizar es un paso que va de la ingenuidad a la crítica, de la heteronomía a la autonomía, de la polémica a la problematización, de la afirmación ramplona de la existencia a la negación creativa de la vida, de estar en el contexto a estar conél. Alfabetizar para Freire es un asunto de autocrítica donde el sí mismo se pone en crisis al reconocerse en el obrar de la Historia y no sólo en sus obras. Es decir, alfabetizar es atender los resultados de datos históricos a examinar los procesos de la Historia. En este paso hacia los procesos y las obras de la Historia se entabla una conexión de la alfabetización con los objetos técnicos, porque el objeto, mediante su apertura, permite, si se puede decir así, echar un vistazo de inspección dentro de la actividad de aquellos que nos han precedido. Es al menos una dimensión cultural [e histórica] que se podría introducir en la tecnología. (Simondon, 2017, p. 388)
Estar con el mundo es una conexión histórica con los objetos técnicos, con la técnica y la tecnología. En otras palabras, alfabetizar, desde la perspectiva de Freire, conlleva reconocer la historia de lo humano en las entrañas de los objetos técnicos. Este lazo histórico, de crítica y autonomía, entre alfabetización y objetos técnicos es lo que podemos llamar alfabetización técnica. Freire no inventó el método de alfabetización, antes bien innovó la alfabetización misma.
Si pensáramos y actuáramos como algunos marxistas y latinoamericanistas de antaño y de hoy en día, seguramente seguiríamos refiriéndonos a la Coca Cola, a McDonald’s, a los Starbucks y demás empresas capitalistas como terribles fatalidades del imperialismo, tanto o igual como los que denuncian el terror tecnológico, quizás por que miraron en el cine Terminator o Matrix y quedaron horrorizados de ese apocalíptico futuro que nos espera. Pero veamos la actitud de ese “andariego de lo obvio” como lo nombró Passetti, frente a un gran consorcio del capitalismo, quizás uno de los más emblemáticos:
Debemos transformarnos constantemente, acompañar la transformación del mundo en que vivimos. De lo contrario, nos perderemos en la senda histórica. Tengo 72 años y juego con mis nietos. (Ríe) La menor tiene 8 años y fue la primera en llevarme a McDonald’s; así me hizo comprender que, precisamente, McDonald’s es importante para nuestro siglo. Mi nieta menor y su hermano me preguntaron: “¿Qué tienes en contra McDonald’s?” Y yo les respondí: “Todo tengo todo contra McDonald’s”. Después empecé a ir con ellos y ahora voy solo. Si algo funciona en Washington, Moscú, Pekín, Caruaru y Recife, entonces le pertenece al mundo. Es una respuesta a la democratización de la ciudad: el turista de bajo presupuesto, que no tiene dinero para almorzar, ve el letrero de McDonald’s y piensa que se salvó. Desde una perspectiva izquierdista, sólo sabemos que McDonald’s es producto del colonialismo. Es como querer ser de izquierda sin necesidad de serlo: uno termina por decretar la inexistencia de la izquierda. ¡Algunos marxistas son tan idealistas! Niegan el mundo material en función de la voluntad psicológica, van y decretan que no existe. (Freire, 2018, pp.11-12)
Uno de los lugares donde se colocó el pensamiento de Freire en los años 70 fue en el del nacionalismo desarrollista, burgués, por supuesto, otro fue sin duda el del populismo pedagógico católico. Hoy, sin embargo, el pensamiento y la fuerza política del de Recife siguen tan vigentes y potentes frente a ciertos lenguajes y neologismos que arrastran viejas ideologías y nuevos autoritarismos, que sin percatarse o de manera oportunista hacen el juego a intereses políticos reaccionarios.
La potencia del no nutre y alimenta la alfabetización técnica, porque el ayuno de positividad del deseo ajeno, del Artista del hambre de Kafka y la elección negativa de la preferencia del no, de Bartleby el escribiente de Melville, son pensamiento y capacidad de juicio que permiten distinguir y optar entre lo íntimo y lo público, entre la igualitarización y la diferencia. La alfabetización técnica potenciada por el no, reconoce los límites entre el gusto grotesco por cualquier cosa y la delicadeza del gusto por la vida, el alfabetizado técnico no consume lo que sea y se alimenta del sabor del mundo y desde ahí se conecta con él.
Precariedad y miseria
Si se acepta que la precariedad refiere a la “poca estabilidad o duración y [a aquello] que no posee los recursos suficientes” (RAE, 2001, p. 1817), se puede decir que este mundo está revuelto por su condición de precariedad, porque su estado de inestabilidad en sus dinámicas económica, política, ética y pedagógica, hace que los valores y los deseos sean sumamente efímeros. Si hay algo que caracteriza a la era de la alta tecnología es la velocidad, lo cual puede ser un factor para la poca duración y estabilidad de la vida y sus procesos.
Una época donde el tiempo y la velocidad son ineludibles obliga a pensar en la precariedad existencial determinada por el carácter hipersónico de las tecnologías que nos rodean, desde el tren magnético japones que viajará a más de 500 km/h, hasta los aviones hipersónicos chinos que se espera que pronto puedan viajar a más de 6000 km/h, por no mencionar la velocidad con la que operan los dispositivos de la inteligencia artificial. Sin duda, el tiempo y la velocidad son relevantes para nuestras vidas individuales como sociales. Estar en contra de esas transformaciones o pensar que pertenecen a un ámbito que no nos corresponde suele ser una actitud muy frecuente en América Latina. Seguro que esas y muchas otras tecnologías, tales como el uso de algoritmos para conducir nuestras vidas bajo intereses políticos y económicos son una verdad absoluta y tocan a todo el mundo, aun a las tribus amazónicas tanto como a los empleados de Wall Street.
El tiempo se expresa tanto en el rostro de nuestros abuelos como en el de los hijos y tanto el tiempo de hoy como su velocidad nos impone nuevos obstáculos, pero como señala Freire: “Uno sólo puede estar contra el tiempo si se apega a él: la única superación va por dentro. No se supera un obstáculo a partir del obstáculo mismo; se lo supera entrando en él.” (Freire, 2018, p.12). Entrar en nuestro tiempo, sin apegarnos y en su velocidad, sin marearnos no es cosa fácil, nuestro cuerpo, la memoria con que contamos, no alcanzan por sí mismos, hoy pensamos y actuamos con el celular en la mano, como una prolongación de nuestra cabeza, ojos, boca, oídos, nos guste o no. Por eso la duración y el gasto propios de cualquier vida requiere recursos. En los años veinte las primeras medias de nailon para las mujeres eran inalcanzables para muchas por su precio, lo mismo pasó con los automóviles, eran un recurso sólo para los ricos, aún en los años sesenta pensar contar con un teléfono inalámbrico era imposible, aún menos con los primeros celulares y computadoras que sólo podían financiar las instituciones o las grandes empresas, todas esas innovaciones con sus mercancías y tecnologías pronto se expandieron y se convirtieron en necesidades de la mayoría de la población y para bien y para mal afectaron a la humanidad y a la naturaleza.
La precariedad como insuficiencia de recursos, está cercana a la miseria, en la era de la alta tecnología no poseer suficientes recursos no sólo refiere a objetos materiales, financieros o aquellos que satisfacen el alimento, el cobijo y la vivienda, también se trata del analfabetismo tecnológico y de la miseria en la “potencia del no”. La inestabilidad, la poca duración y la insuficiencia de recursos en el mundo tecnologizado se convierte en miseria del pensamiento, pobreza de la crítica y carencia de la capacidad de juicio.
En “Alfabetización y miseria”, uno de los escritos de Pedagogía de la indignación(2012), Freire describe el mundo maltratado y ofendido de las calles de una favela, caminando junto a Danilson, un educador popular, se detienen en medio de un puentecito y Freire dice:
Desde arriba un brazo del río contaminado, sin vida, cuyo barro y no el agua empapa las casas precarias casi sumergidas en él. “Más allá de las casas -me dice Danilson- hay algo peor: un gran terreno donde se arroja la basura pública. Los que habitan esta área ‘revuelven’ la basura buscando algo para comer, o vestir, o que los mantenga vivos”. Hace dos años una familia retiró de esa horrible explanada, en la parte donde había residuos hospitalarios, pedazos de seno amputados, y preparó con ellos su almuerzo dominguero. La prensa dio a conocer el hecho, que cité horrorizado y preso de una justa rabia en mi libro A la sombra de este árbol. Es posible que la noticia haya provocado en los pragmáticos neoliberales su reacción habitual y fatalista, siempre a favor de los poderosos. (Freire, 2012, p. 98)
Cuidando y guardando todas las proporciones, la miseria que se desata por el analfabetismo técnico, no es responsabilidad del terreno que son los datos, los algoritmos y las plataformas tecnológicas, donde se deposita gran cantidad de “basura” o “desperdicio” que se arrojan en ellos y que se producen, consumen y distribuyen como deshechos que permiten mantenerse “vivos” en las redes sociales y las plataformas tecnológicas. Son pedazos de realidad destrozada y doliente que se exhibe como producto consumible y distribuibles, por ejemplo, linchamientos digitales, videos con torturas de animales y de humanos, asesinatos de migrantes, escenas de guerra, etcétera, junto con palabrería de youtubers, influencers o bloggers que atrapan los cuerpos y las almas de los analfabetos técnicos, y en el mismo basurero aparecen declaraciones sobre el lenguaje inclusivo, el lenguaje alienígena, la suspensión de las corridas de toros, la comida vegana, el rescate de animales callejeros, la intimidad de la realeza y la posibilidad del regreso a las clases presenciales, entre muchos otros temas de las redes sociales que son tratados como deshechos y que sirven para un “desayuno dominguero” en donde se habla de todo y se discute de todo, excepto de aquellos que habitan las favelas, las ciudades perdidas, de los zombies producidos por el consumo de drogas, de la esclavitud de los migrantes, de la prostitución infantil, etcétera.
Sin embargo, esta condición inestable y efímera incita el equilibrio y la permanencia. Por ejemplo, la pandemia remarcó que gracias a la inestabilidad de los flujos mercantiles que dinamizan las economías mundiales es posible cierto equilibrio no sólo de empresas como Amazon, Facebook, Google, Zoom, Netflix o Pfizer, sino también del mercado informal y, en el caso de México, las remesas de dólares que envían los migrantes a sus tierras de origen y que de una manera u otra manera han mantenido la economía del país.
Asimismo, se vive con lo efímero de valores y deseos que duran lo que un comercial de televisión se valora y desean objetos técnicos, productos alimenticios, de vestido o de entretenimiento que en el momento que surgen, caducan y desaparecen; estos valores y deseos a productos efímeros, convergen con otros valores y deseos que echan raíces en la permanencia de la salud, del vínculo con otros y de la vida.
En un mundo caótico y revuelto impulsa a dar cierto orden y serenidad al propio mundo. La vida es posible en el mundo revuelto que busca orden y en el mundo precario que busca abundancia. No hay vida posible sin confrontación de contrarios. Pedagogía de la esperanza y Pedagogía del oprimido sólo tienen sentido en un horizonte de Pedagogía de la indignación y Pedagogía del oprimido, la libertad y la creación sólo son posibles en el terreno del sometimiento y de la destrucción. Asumiendo que sólo tenemos un mundo, en el que converge lo revuelto y lo precario con el orden y la abundancia. El mundo de ayer está en el mundo de hoy y el mundo porvenir ya está aquí.
Indignación y esperanza
En la presentación a Pedagogía de la indignación, Ana María Araújo Freire dice:
Dado que en todos los textos escogidos para el presente libro Paulo demuestra una vez más su indignación, su legítima rabia y su amorosa generosidad, resolví que el título debía corresponderse con la actitud y comprensión constante ante la vida y el mundo […] sin apartarse jamás de la esperanza. Por cierto, es esta la matriz de la dialecticidad entre ella misma, la rabia o indignación y el amor. Por esa razón lo titulé Pedagogía de la indignación.
No podemos olvidar que Paulo sostenía que las verdaderas acciones éticas y genuinamente humanas nacen de dos sentimientos contradictorios y sólo de ellos: del amor y de la rabia. (2012, p. 15)
La contradicción es una energía desde la cual puede surgir algo distinto, pueden emerger modos de vida diferentes a los probados lo cual no necesariamente es mejor. La contradicción sirve para que algo distinto y que algo nuevo nazca, ideas novedosas, pensar de otro modo, entablar distintas formas de relacionarnos con la tecnología o aprender de nuevo a ver el sí mismo y el mundo. Freire, como pensador en escena, no sólo se contradice si no que señala con su ojo crítico las contradicciones de la realidad. Por ejemplo, cuando dice:
Si al leer este texto alguien me preguntara, con irónica sonrisa, si creo que para cambiar Brasil [y el mundo] basta con entregarse al cansancio de afirmar una y otra vez que el cambio es posible y que los seres humanos no somos meros espectadores, sino también actores de la historia, diría que no. Pero también diría que cambiar implica saber que es posible hacerlo.
(Freire, 2012, p. 65)
Sin rabia no hay amor y viceversa, sin cambio no hay permanencia y viceversa, toda posibilidad se funda en la imposibilidad. Podemos decir que los oxímoros son semillas de contradicción que dan frutos agridulces. La realidad no es blanca y negra, tiene tanto colorido como formas, posee muchas aristas, dimensiones y perspectivas, de tal modo que en la indignación hay rasgos de esperanza y en la revoltura del mundo hay indicios de calma.
Un ejemplo claro de contradicción es lo genuinamente humano ya que ello no elude la producción de miseria y desgracias, lo humano conlleva tanto creación como destrucción, alegría y dolor, civilización y barbarie. Lo humano puede resultar demasiado humano, recordando a Nietzsche, basta recordar las múltiples devastaciones de culturas, campos de exterminio, armas bélicas de destrucción masiva, en fin, esas son acciones genuinamente humanas. La indiferencia y la atención, la ingenuidad y la crítica, el tedio y el agrado, el olvido y la memoria, la pasividad y la actividad, la bondad y la maldad son acciones genuinamente humanas que construyen posturas éticas y políticas tanto como estéticas y educativas.
Sin duda el amor tanto como la rabia son dos sentimientos desde los cuales emanan acciones éticas, políticas y educativas genuinamente humanas, pero no necesariamente son una matriz dialéctica, porque la síntesis resultante de la tesis y la antítesis no es una superación progresiva ni es progreso que mejora. Es decir, de la síntesis entre esperanza e indignación no surge un mundo mejor, un ser humano superior ni una vida más perfecta. Se trata más bien de mirar las acciones desde ellas mismas, examinar lo que producen y lo que posibilitan, y no tratarlas con un lente dialéctico (tesis, antítesis y síntesis), que en principio entrañan un impulso de mejora o progreso. Quizás, más que un asunto dialéctico, en el pensamiento de Freire hay una apuesta por el diálogo que llama a la contradicción y al encuentro de diferencias. El diálogo es confrontación entre logos, es disputa de las palabras de quienes hablan, el diálogo no busca necesariamente llegar a acuerdos, más bien su impulso es seguir dialogando, continuar las contradicciones para que de ellas algo nuevo surja como un modo distinto de pensar y actuar. Pensar, como sabemos, siempre es en contra, principalmente en contra de uno mismo. Freire es un pensador que dialoga consigo mismo, con nosotros y con el mundo, por eso se contradice, nos confronta y enfrenta la realidad. Su pensamiento es actual porque nos incorpora a su diálogo y nos provoca a pensar junto con él. Cuando dice “Qué cosa extraña divertirse matando a un indio, matando gente. Inmerso en el abismo de una profunda perplejidad, espantado por la perversidad intolerable de esos jóvenes despersonalizados, me pongo a pensar en el ambiente donde decrecieron en lugar de crecer” (Freire, 2012, p. 82). Lo mismo pensamos con los linchamientos digitales, con el exhibicionismo en redes sociales de la crueldad genuinamente humana y de la exposición grotesca de la intimidad que inunda lo público. Freire nos enseña a indignarnos y a tener esperanza en tanto somos capaces de sorprendernos, de no dejar pasar por alto lo que “pasa” todos los días, de detener y afilar la mirada ante lo que nos muestra diariamente la agenda periodística. Sigue siendo una extrañeza muy conocida y una espantosa realidad la crueldad como diversión y la indiferencia como estado, que sin duda provoca pensar en el ambiente donde creció la pequeñez del alma y se fortaleció la debilidad del pensamiento.
Si hay algo genuinamente humano son los instintos que siempre están al acecho en forma de rabia o tranquilidad, de odio o amor. Los instintos son inconmensurables a cualquier dialéctica, no son tesis, antítesis ni síntesis de nada, más bien son potencias vitales que dinamizan el mundo. Por lo que la indignación y la serenidad, tanto como el odio y el amor son la energía que vitaliza todo proceso educativo.
Frente a la potencia de los instintos está la fuerza de la invención e innovación. La ética, la ciencia y la educación, no emanan de los instintos, sino de la invención e innovación humana, es decir la ética, con su bien y su mal, la ciencia con su verdad y mentira, la educación, con su formación y deformación, son invenciones humanas. Las acciones éticas son buenas o malas según las costumbres que resguardan a la comunidad a la cual pertenecen dichas acciones. De ahí que, la fuerza de la contradicción o la potencia de los opuestos está en lo que produce, en lo que de ella surge, como esas chispas que emanan del choque de espadas, recordando a Nietzsche (1997). Las acciones buenas o malas son centellas que brotan del choque entre dos espadas. El material de las espadas son los instintos como el odio y el amor, y las centellas que emanan son las invenciones humanas como la educación y la pedagogía que, como emanación de luz, iluminan el mundo.
Entonces, la indignación, la rabia y el odio tanto como el sosiego, la calma y el amor de Freire son instintos de los cuales brota toda innovación ética y científica. No puede haber pedagogía sin el choque de instintos opuestos, sin la tensión entre contrarios. Incluso hablar de Pedagogía de la esperanza o Pedagogía de la indignación, es la fuerza de la invención e innovación humana que intenta ordenar instintos como rabia, odio, sosiego y amor. Por eso, la batalla de contrarios en Freire no es un asunto de la dialéctica, antes bien de la producción ética y pedagógica. Toda invención, como la formación y la deformación, el bien y el mal, lo bello y lo grotesco, no trata del progreso, de la evolución o de la mejora, más bien, como Freire lo muestra, es un asunto de la lucha de los instintos.
Si algo que enseñó Freire fue la potencia de sus instintos que al encontrarse centellaron invención e innovación: Pedagogía de la pregunta, Pedagogía de la autonomía, Pedagogía de la esperanza, Pedagogía de la indignación y Pedagogía del oprimido. La batalla en los instintos inhibe la indiferencia, es decir, la confrontación entre bien y mal, calma y rabia, odio y amor, no sólo marcan las diferencias entre instintos, antes bien nutren dichas diferencias. Freire, con su rabia y calma, con su amor y odio, no es indiferente al mundo, porque diferencia entre acciones que le causan indignación y actos que le provocan sosiego, distingue entre prácticas que le instigan odio de aquellas que le generan amor. Esta es una de las raíces de la actualidad de Freire, no ser indiferentes al mundo, a las invenciones humanas, a los instintos, a la vida.
Cómo no recordar aquí aquella visita que hizo Freire a México, al Instituto Nacional para la Educación de los Adultos, por allá, en la primera década de los años 80, las autoridades del Instituto muy serviciales y amables le hicieron un recorrido por las instalaciones del edificio presentando los programas de la institución, de manera especial y con mucho orgullo el Programa Nacional de Alfabetización, afirmando que el método utilizado era una variante de la Palabra generadora propuesta por el propio Freire, cuando le dieron los detalles, él de manera clara y contundente afirmó, palabras más o menos, que su propuesta pedagógica no tenía nada que ver con aquella emanada del escritorio de un burócrata, mostrando su indignación por el uso fraudulento de sus ideas.
Desde la contradicción, el diálogo y el instinto Freire muestra indignación y esperanza. La esperanza puede ser entendida como espera del advenimiento de un mundo mejor, como estar a la expectativa de la llegada de la utopía, como quimera de la llegada de lo mejor o como ilusión ética. Sin embargo, habría que considerar que todo futuro está presente y que todo porvenir está hecho de actualidad. O como diría Nietzsche
A nadie debería estar permitido pronunciarse en tono de profecía sobre el porvenir de nuestra cultura y, en relación con ella, sobre el porvenir de nuestros instrumentos y métodos de educación, si no puede demostrar que en alguna medida esa cultura futura existe ya en el presente.
(2009, p. 23)
En este sentido el futuro prometido por la esperanza está en el vientre del presente, por lo que no se trata de una espera tediosa sino de un impulso inquietante por el presente que obliga a la acción de resistencia. La resistencia no como un muro que impide el paso de lo que no se quiere, más bien la resistencia como lo que resiste el flujo de la diferencia, es lo que soporta el fluir de la energía que vitaliza la alteridad. La esperanza es un compromiso activo con el presente que resiste el devenir de la diversidad. La esperanza, como la tradición se proyecta al futuro porque es un compromiso activo con el presente que resiste en el perpetuo fluido de la diversidad. La esperanza no significa esperar pasivamente por un salvador que tarde o temprano vendrá a salvarnos de una vez y para siempre. La esperanza como el eterno retorno de lo incierto que impulsa a la lucha permanente.
La esperanza encerrada en la caja de Pandora es un regalo y, al mismo tiempo, es una de las aflicciones que puede esparcirse por todo el mundo. Si recordamos el mito de Pandora, que empezó cuando Prometeo incurrió en la ira de Zeus por regalar el fuego a los mortales, y el gran dios decidió compensar esta bendición con una calamidad que hiciera insoportable la vida de los hombres. Esa calamidad sería la mujer. Cumpliendo órdenes de Zeus, Hefesto la modeló con barro a imagen y semejanza de las diosas inmortales. Atenea la vistió y la adornó, y le enseñó los oficios que le son propios, Afrodita derramó sobre ella la hermosura, y Hermes insufló en su pecho la astucia y la mentira. Zeus envió entonces esta creación tan hermosa como falsa al crédulo titán Epimeteo, que olvidó de inmediato las advertencias que le había hecho su hermano Prometeo de no aceptar ningún regalo de Zeus. Epimeteo, embobado por la belleza de Pandora, la tomó por esposa y de paso condenó a la humanidad a una vida de sufrimientos. En efecto, Pandora llevó como dote una gran tinaja en la que estaban almacenadas todas las aflicciones, las enfermedades y el trabajo, desgracias hasta entonces desconocidas por los hombres. Cuando destapó la tinaja, salieron de ella todos los males y se esparcieron por la tierra, de modo que los mortales no pudieron librarse nunca más de ellos. Lo único que quedó en la tinaja a disposición de los hombres fue la esperanza, como una especie de consuelo de los desastres que Pandora había dispersado por el mundo. (March, 2002, p.346)
La esperanza está ligada a un “premio de consolación”, a las desgracias y al engaño. En la esperanza hay infortunio y dicha ya sea como espera de un mundo mejor o como impulso inquietante por el presente. La esperanza es un fármaco que, al mismo tiempo que cura también enferma, sana porque puede reconformar creer en la realización de la utopía y, envenena porque la cruda realidad angustia. En este sentido la esperanza es engañosa, no se sabe cuándo puede sanar y en qué momento enfermar, se encuentra resguardada y se recurre a ella como último recurso de resistencia.
La esperanza tiene materia de indignación y ésta no puede surgir sin dosis de esperanza, quizás por ello la esperanza y la indignación son recursos de los que se vale Freire para confrontar y contrariar al mundo, así como para dialogar con la realidad y con nosotros. Freire, un instinto y un pensamiento que vitaliza la vida.
Reflexiones finales
Con el epígrafe que abre este texto pretendemos ilustrar lo que sucede con los analfabetos tecnológicos, con los navegantes de internet llámense estos influencers, bloggers, youtubers o con cualquier otro, incluyéndonos, que utilizan las redes sociales y las plataformas tecnológicas de nuestra época. Somos como sapos que saltamos y saltamos sobre datos, algoritmos y plataformas hasta que nos ensartamos en la tecnología. Pero ¿qué culpa tiene la estaca si las contradicciones sociales no nos permiten ver que mucha de la energía que usamos se vierte en el basurero de las redes cibernéticas? Pasa lo mismo con aquella historia del pez viejo que un día, nadando en el océano, se encuentra de frente con un par de jóvenes peces y al paso les pregunta ¿qué tal el agua? los dos jóvenes se detienen sorprendidos y uno al otro le cuestiona ¿qué es el agua? A esto Castoriadis le podría llamar el avance de la insignificancia, lo cual no implica que la vida pueda dejar de significar, si no más bien se trata del paso entre una forma de significar, que se está destruyendo, y otra manera de significar, que se está creando; en sus intervalos aparecen millones de fragmentos de realidad, de fantasías, de ilusiones, de esperanzas y de desalientos, en fin.
Pensamos que la potencia del no, en el contexto de la alfabetización técnica, significa la posibilidad de contener por instantes el alud, el bombardeo, la tempestad de datos y algoritmos que nos arranca la energía vital. El ayunar y el preferir no, no implican negar la realidad tecnológica que nos envuelve y nos encarna con objetos técnicos externos. Hoy el desperdicio está tanto en las personas como en las cosas, no se distingue entre consumidor y consumible. ¿Quién se come a quién? Lo más simple es culpar a la tecnología como una estaca que nos atraviesa. En otros casos se considera a la tecnología como una herramienta o un desvencijado aparatejo destinado a ser nuestro esclavo que puede ser remplazado en cualquier momento. O en el otro extremo, de una precariedad blanqueadora, donde se conciben a los objetos técnicos como la panacea que milagrosamente, en conjunción con la naturaleza, habrán de borrar para siempre del mundo todas las contradicciones y conflictos. La actualidad de Freire consiste en que sus libros son cartas vivas a amigos, en donde se encuentra una anamnesis del presente.
Referencias
Bachelard, Gaston. (2009). La Filosofía del no. Amorrortu.
Freire, Paulo. (2011). La educación como práctica de la libertad. Siglo XXI.
Freire, Paulo. (2012). Pedagogía de la indignación: cartas pedagógicas en un mundo. Siglo XXI.
Freire, Paulo. (2018). La voz del maestro. Conversaciones acerca de vivir, enseñar y transformar el mundo. Siglo XXI.
Husserl, Edmund. (1998). Invitación a la fenomenología. Paidós.
Kafka, Franz. (2013). Un artista del hambre. Reims editores.
March, Jenny. (2002). Diccionario de Mitología clásica, Crítica.
Melville, Herman. (2000). Preferiría no hacerlo: Bartleby el escribiente de Herman Melville, seguido de tres ensayos sobre Bartleby de Gilles Deleuze, Giorgio Agamben y José Luis Pardo. Pre-textos.
Nietzsche, Friedrich. (1997). Genealogía de la moral. Un escrito polémico. Alianza.
Nietzsche, Friedrich. (2009). Sobre el porvenir de nuestras escuelas. Tusquets.
Real Academia Española. (2001). Diccionario de la Lengua Española. Espasa.
Simondon, Gilbert. (2017). Sobre la técnica. Cactus.
[1] No discutiremos aquí si la razón debe obedecer a la ciencia, como lo afirma Bachelard, ni mucho menos habremos de colocar a la técnica y a la tecnología por encima de la razón, de la ciencia y de la propia filosofía, asunto que el propio Husserl (1998) aborda en su conferencia: “La Filosofía en la crisis de la humanidad europea”.