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vol 33 • 2022

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Teoría de la injusticia. Prosa literaria

Teoría de la injusticia
Prosa literaria

Sigifredo Esquivel Marin
Universidad Autónoma de Zacatecas

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Resumen

En el presente texto abordamos la injusticia a través de varios ejemplos que ponen de manifiesto a la misma. Un recorrido que vislumbra, a través del poema, del relato, actos carentes de justicia. Se quiere reflexionar acerca de la injusticia como experiencia fundamental y fundacional de los sin-nombre y sin-memoria-histórica.

Palabras clave

Injusticia, sin-nombre, vencidos, dignidad.


Introducción

Justo cuando terminaba este ejercicio de escritura –bastante singular, por cierto– que no era sino suerte de auto-confesión de descargo de conciencia por haber sido cómplice de la experiencia de la injusticia, me encontré con un libro de Reyes Mate titulado Tratado de la injusticia(2011); puesto que su lectura me obligaba a replantear por completo el texto, decidí dejarlo tal cual y añadir esta larga nota que resulta ser un diálogo con dicha obra.

Coincido con Francis Ponge que, en su excepcional obra, El jabón (1997), echa mano de diversas estrategias expositivas (poema, relato, ensayo, teatro, viñeta) para exponernos las humildes virtudes del simple jabón mediante renovados recursos y esfuerzos de meditación-expresión. Esta apostilla en torno a la experiencia radical de la injustica intenta expresar una misma, y a la vez, múltiple experiencia abisal y limítrofe de la condición humana. Reyes Mate inicia con una dedicatoria que ya de entrada abre fuego contra el orden injusto de los poderosos, pues dedica su obra “A los sin-nombre” y enseguida viene una cita de Walter Benjamin que condensa y concentra la tesis central de la obra: “Es más difícil honrar a los sin-nombre que a los famosos. A la memoria de los sin-nombre está consagrada la construcción de la historia”. El otro epígrafe de Juan Jiménez (Islas Canarias) nos sitúa en las espaldas de la luz y ante “la mirada que pudre la sonrisa de la tierra / que es la mirada de los que están ahí / que no se han ido / y que no se van ya nunca / y que siguen llegando a nosotros / que constantemente vienen a donde vamos / y nos dan el agua”. La injusticia es la experiencia fundamental y fundacional de los sin-nombre y sin-memoria-histórica que les haga justicia. El sin-nombre: el otro subalterno cuya existencia es la refutación práctica de la noción foucaultiana de que el poder está en todos los sujetos, que nos atraviesa bajo la trama de sus hiperbólicas relaciones tentaculares. De ninguna manera es así, en países como México, tierra de nadie expuesta a la barbarie y a la injusticia, sabemos en carne propia que el poderoso existe y su poder despótico e incalculable es tan real como ilimitado frente a la absoluta vulnerabilidad, fragilidad e impotencia de los marginados que son carne de cañón para el despliegue de una necropolítica, política de muerte, que impone su yugo y su ley sin restricción alguna. La injusticia es lo que en verdad da qué pensar, constituye la misma fuente del pensamiento, y no una teoría sobre la justicia que se asume desde el campo intelectual de las abstracciones razonables y racionales:

Que la experiencia de la injusticia sea lo que da qué pensar vale en el orden individual y también en el colectivo; se puede referir a algo que le ha ocurrido a un individuo o a toda una generación. Pues bien, sobre las generaciones contemporáneas gravita una experiencia colectiva de inhumanidad que es singular en su barbarie, pero ejemplar para entender los límites del conocimiento y la importancia epistémica de la experiencia que da qué pensar. Es un acontecimiento que al escapar a la comprensión resulta innombrable, aunque le llamemos Auschwitz, Shoah u Holocausto. Pero lo impensado o lo impensable ocurrió y cuando ocurre lo impensado, lo ocurrido se convierte en lo que da qué pensar. Ése es el lugar de la memoria.

(Reyes, 2011, pp. 169-170)

El genocidio nazi resulta tan injustificable como el etnocidio indígena en el Nuevo Continente o el exterminio en África auspiciado con armamento –e intereses colonialistas– de Europa. Los avisadores del fuego, quienes anticiparon la hecatombe venidera, estaban en ambos lados del Atlántico, Franz Kafka y José Enrique Rodó, Carlos Mariátegui y Walter Benjamin, por mencionar algunos nombres fundamentales de dicha trama de la historia subalterna. En este sentido el deber de la memoria, la memoria como deber, tiene que responder y corresponder a la nominación-elucidación de la injusticia a partir del imperativo categórico de que la barbarie y el genocidio no se repitan, y, sin embargo, día a día, se siguen asesinando, desapareciendo, mutilando, violando, secuestrando, masacrando miles de millones de personas en todo el mundo, y tal parece, que casi hemos naturalizado y normalizado la barbarie. La banalización del mal termina por volverse hastío y resignación ante el mal. Tiene razón Reyes Mate cuando considera que: “La singularidad del genocidio judío es un dato históricamente constatable” (Ibid., p. 191); pero no es el único caso digno de recordarse; por eso es que en todo crimen –según Benjamin– hay dos muertes, una física y otra hermenéutica, no basta el crimen físico, hay que borrar todo huella de significación; al igual que en los campos de concentración como en los campos de refugiados y migrantes como en las favelas o ciudades-miseria no sólo se trata de exterminar sino de borrar su propia condición humana; convertirlos en animales listos para el matadero; para los oprimidos, el estado de excepción es permanente. El capitalismo integrado, ecocida y genocida, ha hecho de la necropolítica y de la tanato-política formas sustitutas de la biopolítica del control de la vida humana contemporánea, haciendo del planeta un inmenso laboratorio experimental de maximización de la ganancia y exterminio sistemático de los pobres y subalternos; acabar con la pobreza está cobrando un sentido absolutamente literal. Es moneda corriente la invisibilización del subalterno, llámese migrante, mujer, indígena, homosexual, lesbiana, raro, desviado, discapacitado, entre otros muchos seres, que no alcanzan el estatus de persona honorable en la sociedad de consumo hedonista-posmoderna-bien pensante. Quizá hoy, en pleno siglo XXI, asistimos a la emergencia de nuevas formas de exclusión-incluyente cada vez más sofisticadas, pero no por ello menos cruentas y férreas. ¿Cómo hacernos cargo de la inhumanidad del otro? ¿Cómo podríamos estar a la altura ética y política de nuestras circunstancias? ¿Es posible hacer de la memoria de los vencidos, de la experiencia de lo inhumano padecido una memoria de justicia, un reclamo vivo de la justicia, injustamente, interrumpida o violentada?

El incrédulo habita en un mundo de plegarias.
Hay resplandor delante de sus ojos, los que
estuvieron heridos por la indignación.
Es más sencillo proceder de un país suntuoso,
de una memoria recamada de espejos –cada espejo
con su vértigo, cada espejo con su profundidad llena de frutos–
pero, de todas formas, desconfía de aquellas manos cuya
blancura puede ser besada.
Es más sencillo despertar de un tiempo cuya hermosura
no existió aunque se extendiera como un crepúsculo.
Acércate a quien se calienta con los excrementos de la justicia.
Nuestro honor consiste en no tener razón

Antonio Gamoneda, Descripción de la mentira

Con usura no tiene el hombre una casa de buena piedra,
ningún hombre tiene un paraíso pintado en la pared de su iglesia.
Con usura ningún cuadro se pinta para durar o para vivir en él
sino para venderlo y para venderlo rápidamente
con usura, pecado contra naturaleza
tu pan es cada vez más como de trapos podridos
y es tan seco como el papel.
Han traído putas a las fiestas de Eleusis
Cadáveres sentados a la mesa del banquete
a invitación expresa de la usura.

Ezra Pound, Canto XLV

1

Todos hablan de la justicia, pero cuando uno ha sido víctima y cómplice de la injusticia, sabe en carne propia que la justicia es apenas una idea infinita, pero solamente una idea, ante la injusticia que materializa el mal ilimitadamente. Entonces sientes un animal umbrío que habita la profundidad de las entrañas y que alimenta frustraciones; revelándonos nuestro destino ciego y aciago. Con sus fauces listas para engullirlo todo. Aunque conoce la cólera rara vez estalla, sin intermediarios, germinasemilla oscura y carece de fin. Es fácil despertarlo, basta una noche sosegada para contemplar nuestro reflejo en un estanque y sentir suavesuello en la nuca. Cuando el animal te invade mejor será tomarle cariño. Para que no sea tan intrusivo sacrificarle un gallo a Esculapio, quizá tengas mejor suerte que el miserableteniense hijo de partera.

Dios inoculó un animal umbrío en el corazón de sus criaturas. Su fondo ominoso secaba los corazones más alegres con el puro tacto. Los libros de historia y de religión –incluyendo el Libro de libros– guardan el secreto para que la gente siga consultando horóscopos.

2

En algún lugar del universo hubo una raza de seres Hijosterrados que inventaron la justicia y fueron castigados–todavía se cuentan esa y otras historias. Todo comienza con miragestos, no se detiene ahí, nunca se detiene. Luego el asesinato de un hermano, tocado por la angustia, sigue el exterminio de los bastardos. Arrasatodo enabrircerrar del eterno recomienzo de catástrofe. Siempre ha estado ahí. Los hombres levantan diques, religiones, ciudades, apenas logran disfrazar su fuerza incontenible. Nada deja a nadie nunca, ni lección ni grandeza. Todo lo envilece, denigra, achica. Florecerruina. Nadie nunca nada tiene algo bajo su potestad calcinante de fuego: combustión sin gloria su lenta aguzanumbre: giromundo bravante.

3

Una y otra vez regresas, avanzas, retrocedes, una y otra vez estás en el mismo lugar. Una y otra vez, y, sin embargo, avanzas para volver a regresar. Una y otra vez, lo mismo da. Una y otra. Intuyes la certeza de que el infierno nunca te ha sido ajeno. Te encuentras al final, aunque sea el principio. Cavando en dirección del abismo se abre la noche íntima. Has vivido todo lo que podías para saber que las ideas de justicia y libertad son un embuste. Que nada hay más frágil que el destino y su humareda de virtudes. Todo, apenas principia. Y la lluvia inversa es atraída por la luz más intensa. ¿Acaso no es el tiempo una variación del zoom de la eternidad? Luego te acuerdas de Prometeo: ¿Pobre miserable, qué locura o designio le habrá llevado al más cruento de los tormentos para servir a una especie parásita entre las más extraordinarias del universo?

4

Teoría de la injusticia: el buscador google da miles de entradas en medio segundo. Ninguna aclara el significado. Virtudes que se desvanecen en el ciberespacio. Miles de noticias de secuestro, hambre, genocidio, desempleo. Las buenas noticias sólo adelgazan la tarjeta de crédito. Teoría de la injusticia: Un monólogo de un hombre solitario en la penumbra. Piensa en la familia que ha abandonado para seguir el amor trágico de una mujer fatal. Obra de teatro experimental, el espacio está completamente vacío, salvo un adulto en cuclillas que habla consigo mismo: Desnudo vine al mundo, desnudo regresaré. Desnudo, desnudo, desnudoQuizá ese era mi destino miserable. Recuerdo esa obra de teatro escolar, un monólogo de un tipo egoísta que se encuentra con su conciencia y masculla, entre dientes, que “la soledad es su única compañía”; el papel me lo dieron porque era justo, era para mí. Años y años de psicoanálisis. La primera vez fue con un psicoanalista que tenía enorme panza y barba blanca, me recostaba sobre el diván, yo decía algo y él traducía “ah, sí, sí, su mamá”, o bien, “ah, sí, sí, su papá”. La última vez, me dijo otro tipo sin barba, pero con la misma suficiencia: “ajá, está atrapado en su infancia, en una triangulación edípica contradictoria, por eso tiene regresiones primarias, infantiles, tiene que madurar, deje de soñar, está escindido”. Nadie sabe el porqué de sus acciones. Salir del narcicismo asfixiante es el dilema, pero no quiero esas pócimas envenenadas, mierda. Pienso en todas las posibilidades, no veo el camino. Tampoco voy a culparme por lo sucedido, no resuelve nada. La culpa es una enredadera que me va habitando de espinas punzocortantes lentamente. Tengo insomnio, por eso me puse filosófico. Dentro de unas horas tendré cita con mi terapeuta. Resuena en mi la frase: “Desnudo vine al mundo, desnudo regresaré”, siento frío, debo abrigarme y preparar un té caliente.

5

El profesor Rawls viste impecable traje chocolate, corbata oscura que hace juego con grandes gafas. Escuálida delgadez proporcional a su gentileza. Algunas mañanas de borrasca contempla foto de generación. No sabe que sufrirá daños cerebrovasculares. Menos que recibirá medalla del mismísimo Clinton. Le vienen recuerdos de Hiroshima y Nueva Guinea. Ignora que su libro será citado en la Corte. La desgracia aguijonea su conciencia, sus hermanos Bobby y Tommy murieron, por su culpa –eso cree. Las atrocidades hacen que sea escéptico de leyes trascendentes. Los hombres son hijosdeputa: Recuerda discusiones con Malcolm. Esa mañana en Harvard ignora todo, excepto una taza de café que impregna su cubículo de paz hogareña, ante a la acuarela que pintó Mardy. Suspira veranos donde ambos hacían índices de libros. Fuera del papel, los principios racionales se desvanecen. La dignidad humana permanece cruel recordatorio de lo que alguna vez tuvimos y hemos perdido. Todo carece de valor; nos queda recordar nuestra finitud al borde del precipicio. Ya es demasiado tarde, el profesor ahora no puede hablar, su cátedra se dirige al vacío.

6

“Si en matemáticas, paradigma de certidumbre, desarrollos conceptuales e inferencias conducen –según Hilbert– a callejones sin salida”, ¿hacia dónde dirigirse en busca de verdades? El profesor cavila sobre el argumento. Hace mucho dejó la Academia. Esboza argumentos y contra-argumentos: “El segundo teorema de Gödel hizo trizas la confianza en una metamatemática euclídea. El regreso al infinito no desaparece en una metateoría finitista trivial”. Observa foto con exmujer e hijos. Sin nada ni nadie. Sabe que las matemáticas son más confiables que los humanos. Caminatas en la universidad con Ramsey, cuando soñaban una teoría unificada.

En el principio fue Dikē, pero Adikia impuso mazo de hierro. Los más viejos lo olvidaron o no quisieron transmitirlo. Jóvenes parricidas lo encubren. Alguien lo recordó, era tarde, el reparto entre dioses y hombres se había consumado. Ahora sólo quedan vestigios de una alegoría: Injusticia seva sum. Venezia, Palazzo Ducale, Capitello 12. Domingos visitas guiadas. En nuestra época agónica todo termina siendo una parodia.

7

Hombres justos han sido asesinados en nombre de la justicia. Hay un diálogo memorable en Platón, Critón interrumpe el sagrado sueño del divino Sócrates con malas nuevas: testigos reportaron que el barco de Delos había llegado, será ejecutado. Sócrates tuvo una visión de una mujer vestida de blanco que augura muerte. A Critón le preocupa salvar el pellejo, a Sócrates la justicia. La vida debe ser justa y buena. Peor que la muerte: obrar injusto. De ningún modo se debe cometer injusticia. ¿Acaso el que recibe y hace daño se distingue del verdugo? Del mismo modo en que las sirenas perdieron la tripulación de Ulises y el eco de las palabras retumba en la memoria del anciano consorte de Penélope, del mismo modo en que el viejo Heráclito, eremita cansado regresó a casa con hidrocefalia, se revolcó en su porqueriza, ni sus perros lo reconocieron y se lo tragaron. Del mismo modo, si crees que puedes conseguir algo sin mancillar la honra, habla. No tengo nada que decir, Sócrates. Obremos bajo la guía de los dioses. Quizá alguien aún pueda cantar con el arco y la lira bellas melodías como la siguiente, pero ¿habría alguien para escuchar todavía? Sobreviviente del espanto, esperanto. Sobreviviente del llanto: el canto.

8

Con los avances de la tecnociencia todo es posible. Claro está, todo lo que pueda contribuir a nuevas formas de control y dominación. Pienso que muy pronto tendremos los más diversos dispositivos en aeropuertos y aduanas, por ejemplo, imagino un pequeño artefacto muy útil, un manual SKBROD decodificador de mentiras. Producto manufacturado con los mejores materiales, tratamiento eficaz en trastornados. Accesorios se venden por separado: mascarilla para raros, mascarilla para ancianos, mascarilla para inmigrantes (paquete colectivo a bajo costo), mascarilla para subversivos. Dispositivo legamente aprobado en humanos (en otras especies no se garantizan resultados). Y por supuesto, estaría fabricado en China.

9

“Una vida desperdiciada entre tantas otras vidas desperdiciadas” sentenció un indigente que –después de tres rones– se sentía poeta. Los parroquianos fingieron no escucharlo. Cuando no trae plata filosofa. “Una vida desperdiciada entre tantas otras vidas desperdiciadas”, la frase revolotea en mi mente después de haber dejado la cantina. ¿Quién soy yo para juzgar que siquiera levanto la diestra para matar una mosca?

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La escritura para dar cuenta de la injusticia tendría que ser hoy una larga y silente letanía de los desahuciados. Luto de creación y des-creación. Duelo de muerte, sombra del asombro enmudecido. Hombre, árbol enramado de barbarie. Hay bestias de peso y contrapeso que sangran transparente muerte, se desangran sin dejar rastro ni rostro, supurando maladentro; afuera un grillo ralentiza el silencio –el aire transpira humores calcinados. Y, sin embargo, no todo ha sido en vano. Los ríos de sangre deslavan la memoria en sufrimiento atroz; la furia queda indeleble en el corazón de los mortales que aún se atreven a soñar. Resistir en la conmemoración de una palabra única: la memoria, que permanece más allá de toda permanencia. Viento y adviento de la única promesa valedera: la dignidad de los muertos indignamente. [En recuerdo de Ayotzinapa.]

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Un periodista ha comentado: “lejos de las grandes ciudades, triquis, zapotecos, mixes, mazatecos y chatinos han marchado por caminos serranos para expresar su dolor y solidaridad con sus hermanos de Nochixtlán. Exigen la abrogación de la reforma educativa. Cerros pelones son testigos mudos de su rabia. La protesta india ha dibujado un nuevo mapa de la insumisión. Ahora las periferias oaxaqueñas cercan al centro. El 23 de junio se movilizaron de Tamazulapam a Ayutla Mixe, de Guelatao a Ixtlán, Huautla y otras regiones”. Se oyen rumores de que “los indios” se han empoderado, están enloqueciendo, dicen mestizos en pueblos y ciudades, ¿quién sabe que pueda pasar? La sociedad oaxaqueña va a estallar. El capitalismo extractivo está acabando con todo, sólo deja, a su paso, miseria, pobreza, destrucción, desolación. Maestros, padres de familia y comuneros están despertando de un letargo milenario de oprobio. El movimiento magisterial ha generado una bola de nieve que ahora es un movimiento de movimientos populares. No tienen nada que perder, literalmente, así que tienen todo por ganar. Nochixtlán encarna un símbolo paradójico: el de la muerte injusta y el de reclamo de justicia impostergable.

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Pero también quedan, siempre quedarán ahí como restos intragables, in-eliminables, desechos que no se pueden limpiar, miles de forma de injusticia que están ahí a la vista de todos, pero que nadie se percata en observar. De inmediato, pienso en el señor de barba blanca que cada jueves arenga con su guitarra desafinada al Todopoderoso. Indiferente al clima, cada jueves justo a la puesta de sol emite soliloquios a una parvada de transeúntes. Y que ayer, por la noche, lo eché de menos, en su lugar una botarga anunciaba la gloria del “Pollo Feliz” y “jueves de promoción”. Y así miles de personas que un día están ahí y de pronto ya jamás nadie sabe de ellos ni mucho menos pregunta. Y resultan tan imperceptibles como un perro muerto, apenas si muestran su existencia por su fuerte hedor. Tal parece que su putrefacción es su única señal de que están vivos: su prueba ontológica de la existencia.

13

La injusticia lo invade todo, lo contamina todo, lo ensucia todo. Nada queda a salvo, ni siquiera las palabras. La misma palabra injusticia ya no ajusta lo innombrable. Incluso la palabra despojo nos despoja del lenguaje. No, no una palabra que despoja sino una palabra que enmudece, en la u del silencio, en la o de la noche. Seguimos buscando una palabra antes de la muerte sentenciada. Escribir en el andar a ciegas, caminar errante. La escritura es el espejo del silencio. La escritura ya no atesora las palabras, las sangra y desangra en su herida interminable. Y la muerte nos acecha en la esquina, con su sonrisa transparente como sombra. El exilio es la morada y el único refugio del escribiente. Y Bartleby: el nombre secreto y verdadero del escritor. Escribir con la esperanza de lo imposible. Le mot juste, ¿dónde reside la justicia de las palabras?, ¿dónde queda la voz de los injustos? ¿Qué es lo que justifica la justicia de la palabra? Dudo que alguien lo sepa. Como Georg Trakl, el poeta farmacéutico, ha escrito: “Sientes que despierta la amargura del mundo; en ello radica tu culpa irresuelta. Tu poema será una expiación imperfecta”. Pero nada nos queda, un grito susurra animal vociferante, centellea en la noche un balbuceo que no alcanza palabra. Emerge de sus entrañas excrecencia fónica. Un grito viscoso, hedor insoportable, lenguaje oscuro que comunica tiniebla. Mientras que la palabra esté confinada en la muerte no habrá vida para nadie. La vida humana sin libertad de palabra nos regresa a una animalidad avergonzada.

14

Fuimos acorralados, encerrados. ¿Por quién fuimos acorralados, encerrados? Por dioses y sacerdotes del capital, la venganza, el miedo, el terror. Nos quedamos sin voz y sin rostro. Vivimos en el acorralamiento. Las ovejas olvidan qué hay afuera del cerco. La palabra fue sustituida por la consigna. La voz silenciada por el ruido. El ruido una interferencia de mandatos y altavoces. Sin palabra y sin voz, aquí estamos. En lo más profundo de nuestros corazones sabemos que es posible estar de otra manera, recuperar voz y una palabra que nos daría un rostro y regresaría el cuerpo al alma. Andamos a ciegas, seguimos buscando una palabra, una palabra que religue cuerpos, silencios y soledades, esperanza y orfandad. Que nos permita nombrarnos nuevamente como hombres verdaderos y vernos a la cara sin la vergüenza de la ignominia cómplice. Como el poeta judío alemán Paul Celán –infructuosamente– esperaba, del pensador alemán nazi, Martin Heidegger, una palabra venidera, que no ahogue ni dulcifique lo intolerable, una palabra venidera que nombre sin adjetivos : lo intolerable; como límite, putrefacción higiénica, impostura cínica. Aquello que excede la nominación. Violencia extrema, ilimitada. Umbral de todos los umbrales. Un cuerpo que es muchos cuerpos que no dejan de extenderse y recomponerse. Degradación sin gradación alguna. Una palabra plena de vida, recuerdo de infancia, cascada de imágenes que evocan jardines de infancia. Ahora ya es tarde. Los misterios de la vida se han ajado. Todavía la luz dorada trae recuerdos de infancia. Una palabra venidera como esa casa de retazos inútiles cuando eras chico y te guarecías de la lluvia, la diversión valía la pena. Sigo buscando una palabra que me indique cómo es que estoy envejeciendo como fruto que se pudre y no alcanza plenitud verdadera. Sigo buscando una palabra que dé luz, en la noche de todos los tiempos y que haga real y plena la vida.

15

Hoy el mundo es despliega un lienzo inmundo hiper-realista de barbarie. En un breve y hermoso relato “El campesino de Florencia” nos cuenta José Saramago el día que un campesino en el siglo XVI tocó desesperadamente las campanas de Florencia en el estilo fúnebre que llama a la misa de los muertos: “El campanero no está aquí, soy yo quien ha hecho sonar la campana, fue la respuesta del campesino. Pero entonces, ¿no ha muerto nadie?, replicaron los vecinos, y el campesino respondió: Nadie que tuviese nombre y figura de persona; he tocado a muerto por la Justicia, porque la Justicia está muerta”. Había sucedido que un señor poderoso removió los linderos de sus tierras reduciendo, cada vez más, las ya de por sí pequeñas parcelas de campesinos. Y como su queja ante las autoridades fue inútil decidió anunciar y enunciar urbi et orbi el atropello cometido y la muerte de la Justicia. Desde entonces, la Justicia no ha dejado de morir cada día. Cuando muere la Justicia reina la injusticia como inhumanidad, la humanidad nuestra desafallece cada vez más y más. Nuestra humanidad agonizante está en terapia intensiva esperando resucitar, y por doquier, se va levantado una voz silente, un murmullo que clama y reclama Justicia. Las campanadas de la libertad se han vuelto casi inaudibles; pero en este casi se juega todo. El campesino de Florencia ahora es el campesinado subalterno de todo el mundo, guardemos y aguardemos en silencio su llamado; su llama de libertad incorruptible e inalienable.


Referencias

Reyes Mate, Manuel. (2011). Tratado de la injusticia. Anthropos.

Ponge, Francis. (1997). El jabón. Pre-Textos.


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