Discurso de Paulo Freire (español)
- Paulo Freire
- n. 23 • 2017 • Instituto Paulo Freire de España
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Magnífico Rector prof. Dr Gustavo Villapalos,
Excelentísimo sr prof. Dr Anastacio Martinez,
DD. Decano de la Facultad de Educación
Excelentísimo sr prof. Dr Antonio Monclus
Prof Juan Manuel Alvares Director del D. de Didáctica
Señores prof. Señoras prof.
Amigas y amigos estudiantes de esta universidad
Señoras e Señores
Es siempre un momento importante, lleno de emoción y de alegría, pero también de responsabilidad, aquel en que recibo un homenaje como este, por parte de Universidades extrajeras y brasileñas. Homenajes que, de un lado, me hacen pensar en lo que éstas tienen o representan a nivel de reconocimiento o de apoyo a algunas de mis acciones o reflexiones en el campo de la Pedagogía, a lo largo de mi vida, por el otro, en lo que éstas significan a nivel de desafío a que yo siga fiel a mis sueños, pero también al esfuerzo que los vuelva posibles. Entiendo también que homenajes como este traen en sí un recado fundamental a los homenajeados. Un apelo a los homenajeados. Es como si le dijeran: “Un poco valió lo que hiciste. Pero no es suficiente. No te pares allí. Los homenajes, en cuanto fiestas publicas les hacen, pretenden también de ti que continúes vivo, que no nos dejemos inmovilizar en lo que ya hicimos”. Por ésto que jamás me envuelvo en ellos como si fueran una canción de alabanza a mis hechos. De allí que me pregunte si, sobretodo, estaré a sus alturas. Creo que la primera condición para que me pueda poner a la altura del homenaje que me presta la Universidad de Madrid, haciéndome uno de sus doctores “honoris causas”, es guardar viva, en mis adentros, y no como adorno, sino como razón de ser de mi presencia en el mundo, el sentido de la fuerza de la esperanza, sin la cual no hay sueño posible ni tampoco utopía. La esperanza, que no se vive en la mera espera, sino en la espera en la que se actúa y se produce conocimiento, es un ingrediente indispensable a la existencia, algo mayor que la vida misma. No hay existencia humana, por tanto historia, sin esperanza. Lo que hay, en la historia, son momentos de desesperación que no se vuelven, a pesar de todo, suficientes para apagar en la historia la esperanza como una de sus connotaciones. La esperanza es parte de la naturaleza del ser de la existencia y de la historia. Por eso mismo, privar a hombres y mujeres, clases sociales, naciones del derecho de experimentarse con esperanza en el mundo y del deber de luchar por este derecho es en sí una ofensa, un crimen, una falta de respeto no sólo a quienes se le niega este derecho sino a la vida, a la existencia misma.
Los hombres y las mujeres somos seres históricos precisamente en la medida de que más, mucho más del simple hecho que nos adaptamos al mundo, nos volvemos capaces, en la propia historia, de hacerla y, así, de rehacernos. Y no es posible hacer historia, y en ella rehacernos, sin sueño y sin utopía. Sin sueño y sin utopía lo que una generación recién llegada al mundo tendría que hacer sería simplemente ajustarse a lo que encontrara hecho por la anterior. Si, por un lado, no es posible para la generación que llega prescindir de lo que se encuentra hecho, se anularía y terminaría por inmovilizar la historia si, del otro, sirviéndose de lo que encontrara hecho no buscase ir más allá de lo que encontró. Sin embargo, no hay ir más allá sin sueño ni utopía en la existencia humana porqué, entre nosotros, hombres y mujeres, “ir más allá” no se encuentra determinado en nuestra especie. Somos históricos y tenemos historicidad. Por ésto, no somos, estamos siendo.
Sin sueño y sin utopía, los únicos cambios posibles de la generación recién llegada al mundo imprimiría al legado de las anteriores serían relacionados con las “sobras” del mismo proceso de adaptación a lo que habría encontrado. La negación del sueño y de la utopía, la defensa de la muerte de la historia y de las ideologías que pregonan algunos discurso 'modernizadores', significan la re-edición, con un disfraz diferente, de la comprensión mecanicistica de la historia, que negando en ella el papel fundamental de la subjetividad, termina por negar la libertad humana.
Negando y rechazando la comprensión mecanicistica de la historia, la entendemos como un tiempo-espacio de posibilidades y no de determinismo. La historia no es un dado ni un pre-dado a lo que acomodarnos cuanto mejor podamos. Al contrario, es un dándose en el que, como sujetos, reconociéndonos como objetos condicionados, nos volvemos capaces de inscribirnos en un proceso permanente de liberación.
No tengo dudas de que la posmodernidad, recusando posturas sectarias, demasiado ciertas de sus certezas, no importa de que posición político-ideológica, de derechas o de izquierdas, se abre hoy a otra actitud. La posmodernidad, como la entiendo, se caracteriza por no estar muy cierta de sus certezas sin que esto signifique resbalar en el cinismo o en la indiferencia de-comprometida. Recusar o estar demasiado cierto de las certezas no significa: 1°: negar las certezas que tengamos, sino estar abiertos a superarlas; 2°: respetar las certezas de otros, es la única manera de hacer posible el dialogo alrededor de los sueños diferentes.
La modernidad, exagerada en la defensa de sus certezas, a la que la llamada rigurosidad científica dio una gran aportación, está siendo hoy, felizmente, alterada. La postura científica y rigurosa hoy, en la posmodernidad, es exactamente la que niega la absolutización del conocimiento y reconoce su historicidad. La ciencia no es un 'a priori' de la historia, los hallazgos de los científicos son históricos y tienen, por éso mismo, historicidad. El conocimiento no es. Está siendo. Estas consideraciones hablan de como estoy, cada vez más, pensando y actuando como educador, como político, en cuanto educador y también en cuanto persona.
No puedo comprenderme con ninguna de estas dimensiones de mi estar siendo en le mundo fuera, o ni siquiera lejos, de la lucha legitima y posible, por un mundo menos malvado, menos injusto, menos racista, menos machista, por un mundo más decente, más autenticamente democrático en que sea menos difícil amar y conocer.
Madrid, 16 di diciembre, 1991
Paulo Freire
Al ser leído, este texto fue comentado y ampliado por el autor.
P.F.

