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vol 34 • 2023

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Nuevas perspectivas pedagógicas eco-sociales, convivencialidad y economía transformadora

Nuevas perspectivas pedagógicas eco-sociales, convivencialidad y economía transformadora [1]

Antonia de Vita, Universitat de Verona • Francesco Vittori, Universitat de Verona

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Introducción

El debate sobre la transición gira en torno a algunas piedras angulares indiscutibles: la ideología del crecimiento, la defensa del bienestar económico occidental, la garantía del modelo de vida, no discutir el modelo de trabajo, los negocios y, más en general, el economicismo. La religión tecnológica (arreglo técnico), la despolitización de la política y el centralismo tecnocrático y, por supuesto, el antropocentrismo indiscutible. Es evidente que, dentro de este marco, no es posible imaginar una transformación real. Lo que emerge en esta perspectiva no es una visión real de la transición, sino un modelo de adaptación conservadora, cuyo objetivo no es aumentar el nivel de bienestar colectivo y la preservación de la biosfera, sino mantener el privilegio y la protección y relegitimación del capitalismo, cada vez más catastrófico y distópico.

“Para llegar a lo que no eres, debes ir por el camino donde no estás”. En este famoso verso del místico español Juan de la Cruz [2] se encuentra toda la discusión sobre la transición ecológica: es difícil abandonar caminos y hábitos establecidos y aventurarse en caminos verdaderamente innovadores. Por lo tanto, hay una ruptura con las ideologías económicas, las prácticas políticas y los métodos de toma de decisiones que nos han llevado a donde estamos. No es posible imaginar caminos transformadores orientados a identificar soluciones viables al daño ecológico y climático causado por el sistema si no se vuelve a discutir.

A pesar de esto, en los últimos años hemos sido testigos de una creciente sensibilidad en torno al tema climático y ambiental, expresada por una miríada de movimientos que entre el pasado y el presente han creado las condiciones intergeneracionales para crecer y emerger una nueva conciencia ecológica incluso en las generaciones más jóvenes. Un ejemplo sobre todo la afirmación de Greta Thunberg, de Fridays For Future, de Extinction Rebellion, de Ultima Generazione. La dialéctica entre instituciones y movimientos es ciertamente fundamental, local y globalmente, pero no es suficiente. Muchos tomadores de decisiones políticas están de acuerdo con las movilizaciones de base, pero pocos hacen un esfuerzo para realmente tener un impacto a través de programas vinculantes y uniformes. De hecho, nos hemos acostumbrado a presenciar las cumbres internacionales cada vez más frecuentes que terminan con declaraciones de principios que posponen los cambios reales a 2030, 2050 y así sucesivamente, dejando la carga del colapso a las generaciones futuras. Las instituciones parecen interesadas en invertir exclusivamente en las llamadas tecnologías verdes y la descarbonización, reabriendo el camino a la energía nuclear como una forma de suministro de energía libre de emisiones de CO2, a pesar de las numerosas y no resueltas cuestiones críticas desde el punto de vista ambiental y de salud pública que presenta esta solución, y sin recortar permisos y subsidios para la extracción y uso de recursos fósiles, especialmente después de la crisis energética que afectó a todo Occidente tras el estallido de la guerra en Ucrania, generando más desconfianza y desapego entre el electorado y las instituciones, entre la sociedad civil y los partidos políticos.

Para salir de este callejón sin salida es necesario tener claro que la transición no se puede planificar en la mesa desde arriba sin la implicación de los grupos, de los sujetos que viven en los territorios y tratan de cuidarlos. La transición hacia un paradigma ecosocial verdaderamente sostenible debe, inevitablemente, repensar los mecanismos que relegan las áreas urbanas y periurbanas a la mera función de espacios donde se pueden extraer materias primas o mover y/o consumir bienes. El paisaje, como momento de encuentro entre el contexto físico y sus habitantes, es ante todo un lugar de sentido, de memoria, de significado del que creemos necesario reapropiarse, oponiéndose a la expropiación económica. Por lo tanto, necesitamos individuos y grupos capaces de hacer cambios profundos ahora, aquí y ahora. Afrontar una transición percibida como necesaria significa también partir de nosotros mismos y de lo que podemos hacer en nuestra vida cotidiana, orientada hacia una transformación global movida por un sentido de justicia (social y ambiental). Significa recuperar la conciencia de que nuestro bienestar material no puede separarse de los equilibrios naturales. Significa combinar la idea de ecoeficiencia con la de ecosuficiencia, liberándose de la condena del consumismo. Se trata de iniciar una transición profunda y horizontal, amplia y democrática, dirigida a afirmar diferentes modelos de vida que puedan partir de un replanteamiento de lo que nos hace sentir bien.

La intención de este número de Rizoma Freireano es (re)abrir espacios teóricos y empíricos que nos permitan pensar y diseñar con más libertad posibles trayectorias pedagógicas, políticas y económicas hacia nuevas formas de habitar el Planeta.

El tema de la edición se centra en diferentes puntos de vista sobre cómo imaginar y practicar la transición ecosocial a través de nuevos enfoques del conocimiento que pueden crear una armonía diferente con la vida. Partiendo de perspectivas de educación crítica, economía transformadora, economías feministas, las diferentes aportaciones destacan posibles trayectorias de cre-acción social emergentes en movimientos y grupos que teorizan y practican la transición eco-social multidimensional.

Definir lo que es buena vida y lo que es bienestar hoy significa reconocer y resignificar nuevas formas de convivencia, convivencia, convivencia, alianzas y asociaciones entre diferentes subjetividades y formas de vida. Definir la economía solidaria y transformadora y la contribución que han podido y saber aportar en el complejo reto en el que invierte todo el planeta. Definir espacios de crítica al dogma indiscutible del crecimiento, imaginando un proceso de decrecimiento progresivo que implique el equilibrio entre hombre y mujer, entre seres humanos, seres vivos y ecosistemas, en varias dimensiones. Situar la educación formal e informal en el centro de estos procesos como motor de la cre-acción social y mostrar ejemplos concretos de nuevas hipótesis de convivencia entre diferentes generaciones, entre diferentes culturas, entre diferentes contextos y diferentes subjetividades (singulares y colectivas).

Durante décadas han coexistido a nivel planetario movimientos, grupos, redes que promueven estas formas creativas de vivir, vivir, consumir y producir bienes: realidades en transición que a través de la práctica cotidiana redefinen las relaciones de poder y vivencia. Estamos asistiendo a la proliferación de experiencias colectivas, las llamadas “comunidades sostenibles” u Sustainable Community Movement Organizations (SCMOs) [3], que se han centrado en la necesidad de recuperar el control sobre los medios y condiciones con los que se reproduce la vida, aumentando la autonomía y la capacidad de tomar decisiones responsables a nivel individual y colectivo. Estas comunidades buscan y practican una forma de buen vivir favoreciendo la reafirmación de una alianza con la tierra y con otras especies. Se trata de iniciativas que apuestan por el reciclaje y la redifusión de habilidades perdidas como la capacidad de “hágalo usted mismo”, para recuperar la posesión de las dimensiones esenciales de la vida (alimentarse, vestirse, moverse, vivir, amar), reactivar los procesos de autoeducación y participación activa como formas elementales de política y ciudadanía. Se trata de restaurar el valor político y, por lo tanto, transformador de las acciones cotidianas cada vez más delegadas solo a las fuerzas del mercado, con efectos de “conveniencia” del consumidor por un lado y alienación del ciudadano por el otro. Son comunidades emprendedoras que experimentan con diferentes circuitos económicos y sociales para mitigar el impacto negativo en el medio ambiente de las formas de vida extractivistas que socavan la reproducibilidad de los ciclos naturales. Una solución social que se ha opuesto como proyecto social y político a la fijación técnica, o a la idea dominante de que es sólo con un mayor avance tecnológico que los problemas del modelo de desarrollo actual pueden resolverse, sin cuestionar el ideal occidental de niveles de vida.

Aprender a transgredir

Para afrontar la difícil tarea de concretar un cambio radical de rumbo para imaginar, planificar e implementar la transición ecológica y social necesitamos distanciarnos de los errores epistemológicos que nos han traído hasta aquí: el dogma del crecimiento y la relación patriarcal con la naturaleza inspirada en la dominación y la violencia. También debemos aprender o volver a aprender los conocimientos necesarios para acompañar la transición que pertenece a la historia humana que en otros tiempos y latitudes han sido capaces de expresar relaciones de armonía con la naturaleza inspiradas en diferentes economías no reducidas a la acumulación capitalista. Podemos inspirarnos en las visiones, imaginarios, conocimientos y prácticas que ya están expresando los muchos grupos, redes, movimientos que durante mucho tiempo han estado haciendo “pruebas de futuro” a nivel planetario, incorporando tanto visiones teóricas como prácticas concretas mediante la construcción de “comunidades sostenibles y responsables”, organismos intermedios entre el individuo y la comunidad que son verdaderos laboratorios de ciudadanía democrática y ecológica. Son grupos informales de jóvenes y adultos que “aprenden juntos a transgredir” [4], a desobedecer algunos imperativos actuales de la sociedad del conocimiento totalmente centrados y centrados en el conocimiento mercantilizado, delegado en expertos, incorpóreo por sujetos y contextos, y a afirmar la importancia del conocimiento que ayuda a vivir bien. Estos grupos, poniendo en el centro las relaciones humanas y con el vivir, se convierten en forjas de una política elemental que retrae la sociabilidad y elementos fundamentales de la ciudadanía: aprender, pensar críticamente, participar, decidir, actuar. Como primer paso, estos sujetos colectivos recuperan la posesión de la dimensión de conocimiento y aprendizaje construida con otros, haciendo que los contextos de acción sean densos y significativos, los territorios habitados y vivos, los lugares de intercambio y compartir, los espacios para la vida y el bienestar. A través de prácticas sencillas de autoformación y participación entre pares y entre generaciones, conocimientos y saberes que no son mercantilizados y mercantilizables porque están anclados en los sujetos que producen este conocimiento ejerciendo control sobre las herramientas utilizadas. En estas experiencias se construyen herramientas de convivencialidad, recordando a Iván Illich [5]. Tomando prestadas conscientemente las contribuciones de los movimientos feministas, ecológicos, pacifistas y libertarios en estas escuelas de laboratorio, el conocimiento que se crea y se pone en libre circulación se inspira en partir de uno mismo, en la mejora de la experiencia, en hacer político lo privado, en la práctica de las relaciones, en la centralidad de las prácticas cotidianas, en la importancia de construir comunidades como una ganzúa para concretar utopías y prefiguraciones del mundo, en busca de una nueva armonía con lo vivo y finalmente al disfrute y sabor del presente.

Conocimiento que pone en el centro, en la crítica del economicismo, la capacidad de tejer socialidad y repolitizar la experiencia de manera elemental, partiendo de los núcleos fundadores de la experiencia. Estas comunidades responsables están reescribiendo el nuevo léxico de riqueza y pobreza, la idea de bienestar más allá del reduccionismo de la medida económica que nos ha empobrecido desde el punto de vista humano, social y de equidad. El buen vivir que necesitamos es posible reconociendo la riqueza social, relacional y natural, más allá de una visión de escasez centrada en el dinero.

La transición como nuevo laboratorio de democracia

En términos de contenido, lo que ahora está claro es que las fuerzas políticas, todavía atrapadas por las imágenes de crecimiento del siglo XX, no quieren abordar los problemas más desafiantes, como la reducción de la demanda de energía, la detención del consumo de tierras, la promoción de una agricultura más sostenible, el cambio en los hábitos alimenticios hacia dietas más sostenibles y, en general, la transición a estilos de vida más equitativos. sostenible y democratizable. El resultado es que el CO2 sigue creciendo al igual que la contaminación y la desigualdad, mientras que en términos políticos se producen decepciones, desconfianza y resentimientos que corren el riesgo de dar paso a tentaciones autoritarias. La cuestión de la transición ecológica, por lo tanto, tiene una necesidad extrema de ser reubicada dentro de una perspectiva política y democrática. Desde este punto de vista, hay cuatro áreas principales de intervención. El primero se refiere al deseable fortalecimiento y convergencia de los movimientos ecologistas relacionados con los conflictos ecológicos locales y globales: protestas, manifestaciones y guarniciones contra plantas, pozos, minas, presas, centrales eléctricas, grandes obras, tráfico ilegal, deforestación representan, desde este punto de vista, un importante frente de confrontación contemporánea y lucha política. Estos movimientos, sin embargo, como hemos dicho, deben construir una alianza con otros movimientos sociales y políticos para dar vida a plataformas y programas “eco-sociales” más integrales. Siempre en el frente del movimiento, se deben valorar y fortalecer las formas de acción directa, es decir, aquellas experiencias que apuntan a implementar concretamente alternativas organizativas o prácticas prefigurativas, que podemos llamar pruebas de futuro“: huertos urbanos, redes de intercambio y compartir, formas de movilidad alternativa, grupos de compra solidaria, organizaciones comunitarias de cuidado o gestión de bienes comunes, etc. En tercer lugar, las formas de participación deben ampliarse y rearticularse desde un punto de vista socioecológico. Desde este punto de vista, en las últimas décadas ha habido experiencias interesantes tanto por el lado de la democracia participativa (presupuestos participativos, consejos alimentarios, etc.) como de la democracia deliberativa y la democracia directa. Ninguna de estas propuestas tomadas aisladamente es en sí misma decisiva, pero ciertamente tomadas en conjunto pueden contribuir a expandir y transformar el canon tradicional de participación política. Finalmente, se trata más profundamente de transformar y regenerar la teoría y las prácticas democráticas, en la dirección de lo que podemos llamar democracia ecológica o más precisamente”conversión ecológica de la democracia“. Se trata de innovar y experimentar con nuevos espacios, reglas y soluciones institucionales que ayuden a superar la”miopía de las democracias introduciendo una mayor atención a las dimensiones intergeneracionales, las interdependencias ecológicas y las políticas a largo plazo. Sin embargo, estas cuatro áreas de acción política y pedagógica, para ser verdaderamente efectivas, deben concebirse como aspectos diferentes de un solo desafío, como elementos integrados de esa transición ecológica que es al mismo tiempo una transición política, económica, social y cultural. Por esta razón, necesitamos abandonar la ilusión de simplificaciones y atajos fáciles para alimentar nuestra imaginación, cultivando visiones alternativas, que, reafirmando un significado diferente a nuestras vidas y nuestras relaciones, nos acompañen en la difícil aceptación de una discontinuidad con el pasado y en la reinvención colectiva de nuevas formas de buen-vivir.


[1] La presente introducción ha sido ya publicada en italiano en versión extendida por la Editora Castelvecchi (Roma) en el volumen: “Transizione o mistificazione? Oltre la retorica della sostenibilità tra dogmi ed eresie”, edito por el laboratorio TiLT | Territori in Libera Transizione (eds.). La traducción hecha por dos de las/los autores que hicieron la versión original ha sido permitida directamente por la editora al fin de divulgación en el idioma castellano por medio de la reproducción en este numero de Rizoma Freireano.

[2] De la Cruz, Juan (1580). Monte Carmelo.

[3] Forno, Francesca & Graziano, Paolo Roberto (2014). Sustainable community movement organisations. Journal of Consumer Culture, 14(2), 139–157.

[4] hooks, bell (2020). Insegnare a trasgredire. L’educazione come pratica della libertà, Sesto S. Giovanni: Meltemi.

[5] Illich, Iván (2006). Obras reunidas I; ‘La convivencialidad’. Fondo de Cultura Económica. México.


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