Escuela erótica. Paradojas desde el corazón de los talleres de educación sexual integral
- Mariana Páez
- n. 27 • 2019 • Instituto Paulo Freire de España
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Escuela erótica. Paradojas desde el corazón de los talleres de educación sexual integral [1]
Dra. Mariana Páez
Todo texto sobre el placer será siempre dilatorio:
será siempre una introducción a aquello que no se escribirá jamás.
Roland Barthes [2]
Vibrar, imaginar, reír, percibir, crear… Los significados que rodean un acto erótico son tan parecidos como diferentes cada vez. Hay vacío y completitud. Violencia y abrazo. Transgresión. Provocación. Oportunidad de potenciar el vínculo. Como sugiere Manara: “El erotismo es una estética que puede alcanzar a los actos privados, pero su injerencia también logra afectar lo social”. [3]
Bataille describe tres formas de erotismo: de los cuerpos, de los corazones y el erotismo sagrado. En todos ellos se busca resolver la experiencia de discontinuidad. “Lo sagrado es justamente la continuidad del ser revelada a quienes prestan atención, en un rito solemne, a la muerte de un ser discontinuo.” [4]Esa idea del erotismo como continuidad en el otro, en la otra, es referida también por Nachmanovitch al hablar de la música:
Aunque el amor es un acto material (ya se trate de amor sexual, amistad, amor maternal o paternal o cualquier otro tipo de devoción, el amor es siempre un acto), nos eleva del mundo cotidiano a una especie de participación mística de unos con otros y otras. Afinamos cada vez más nuestra capacidad de sentir las sutilezas de la otra persona… El motivo no es la autogratificación, sino la gratificación de un ser mayor del que somos parte. [5]
¿Podría verse a la educación como un lugar donde construir continuidades, que nos permitan zanjar la angustia de la soledad? La escuela, algunas extravagantes veces, se tiñe de este color. Cuando eso sucede, los encuentros son intensos para quienes participan, adultos y jóvenes se ven formando parte de una experiencia sensual y arrebatadora.
Las máquinas molares son sociales, técnicas y orgánicas. Las moleculares, deseantes. El sujeto se constituye en las conexiones de lo molar y lo molecular. La libido es la energía de las máquinas deseantes. No hay sublimación, en sentido freudiano, hay producción. La intensidad deseante circula por todas partes. La sexualidad es una codificación social del deseo. El deseo no tiene sexo, no reconoce sexo. Es la sociedad quien obliga al deseo a ser sexuado. [6]
Nos vamos de la filosofía para entrar en la literatura. Octavio Paz argumenta la vinculación entre erotismo y poesía: el primero es una metáfora de la sexualidad; la segunda, una erotización del lenguaje.
La relación entre erotismo y poesía es tal que puede decirse, sin afectación, que el primero es una poética corporal y que la segunda es una erótica verbal (…) La imagen poética es abrazo de realidades opuestas y la rima es cópula de sonidos; la poesía erotiza al lenguaje y al mundo porque ella misma, en su modo de operación, es ya erotismo. Y del mismo modo: el erotismo es una metáfora de la sexualidad animal. [7]
Desde el punto de vista de la cultura, el erotismo tiene lugares dispuestos (la intimidad, el arte en general) y lugares prohibidos (entre tantos, para nuestro caso nos interesa la escuela). El psicoanálisis, sin embargo, desde la conceptualización del sujeto deseante y el carácter libidinal del cuerpo, sacude estos presupuestos y permite repensarlos. Desde la filosofía, hubo un espacio ganado de la mano de Bataille, sin olvidar el trabajo de Foucault en relación a la sexualidad. Él decía: “La idea de que el placer físico siempre proviene del placer sexual y que el placer sexual es la base de todos los placeres posibles (…) es verdaderamente falso”. [8]En su lugar, el cuerpo, al experimentar esa continuidad, esa integración con otros, pero en principio con sí mismo, deviene en superficie deseante, toda ella con la capacidad de experiencia, de reinventar los placeres, de llevar a delante prácticas de libertad. Esta es la condición necesaria para desarrollar el arte erótico –presentado en La voluntad del saber– donde el cuerpo organismo, anclado a un sexo reducido a la genitalidad, expande sus fronteras y se vuelve anárquico, con múltiples puntos se sensibilidad. Desde esta perspectiva, el erotismo es “el eje central del cuestionamiento al dispositivo de la sexualidad”. [9]
La escuela se encuentra en las antípodas de esta concepción, en ella se instala un ambiente aséptico –frío, neutral, sin pasión. Un ambiente controlado, como un laboratorio donde el aprender no se encuentra jamás con lo azaroso, donde temperatura, humedad, nivel de estática están chequeados para evitar cualquier desviación. Por eso, cuando lo erótico se hace presente, refuerza su vara inquisidora para ocultarlo, excomulgarlo, con resultados venturosamente poco alentadores para la mirada oficial. De ahí que nos interesa reflexionar sobre lo que pasa cuando la pregunta por el erotismo es puesta en la escena escolar. Veamos los siguientes testimonios:
Preguntamos qué es el erotismo. Primero no sabían qué contestar, después algunos dijeron que tiene que ver con el disfrute, con el placer. Un chico mencionó el video de Jésica Sirio donde se erotiza el preservativo. Otra chica, un capítulo de los Simpson donde les regalan una edición del Kamasutra a March y Homero y terminan todos doblados. [10]
(Bitácora taller ESI, 4° año) [11]
La asociación a lo coital es directa. El disfrute y el placer van de la mano del sexo, tienen un lugar por excelencia en territorios bien delimitados, las zonas erógenas. Los jóvenes del testimonio aprendieron a ver y a sentir de esa manera. ¿Podrán los talleres hacer algo con eso?
Profe, ¿usted tiene deseos?
(Bitácora taller ESI, 2° año)
Tallerista: –¿Qué nos erotiza?
–¡Una mujer!
–Un perfume, una comida, un hombre, una mujer…
–¿Por qué te excitás, señora?
(Observación n° 2, Esc. Almafuerte)
En ambos casos, estas preguntas tuvieron el silencio como respuesta. Las talleristas no supieron, no pudieron decir nada, poner en palabras el propio erotismo, producir un relato que responda a esa intriga. Porque, otra vez, erotismo es sexo, algo exclusivo– como mucho– de la vida privada.[12] Si algo del estilo del espejo sucede en el aula, si los adultos acaso son superficies donde se reflejan las nuevas generaciones, algo que nunca encontrarán en esa imagen es erotismo. No hay contestación a la “curiosidad impertinente” [13] por el deseo, por lo que excita, por lo que moviliza la carne y la pone a vibrar.
Y la ESI se organiza en torno al cuerpo escolarizado que describe Evangelina Canciano (2012) y su pretensión informativa de “despejar todos los velos” y, como consecuencia, interpelar a un cuerpo “despojado del enigma subjetivo”. [14]
El cuerpo conmovido –del adulto, del joven– que se deja afectar y afecta no forma parte del paisaje escolar. En su lugar se instala una pesada carga, una corporeidad perezosa a la experiencia. Un presente hipotecado, porque, pese a la laicidad de la educación pública y a los siglos que transcurrieron desde la época victoriana, el verdadero sentido de vivir parece estar anclado en un más allá hecho de verdades absolutas que tranquilizan espíritu y carne, marcan el rumbo seguro y condenan a un presente sin cuestionamientos, sordo al llamado socrático de “Conócete a ti mismo”.
Es impensado el lugar del docente que lleve al aula su ser erótico: eso sería mal visto, pasaría la vara que separa lo aceptado de lo interdicto, ingresando a un territorio incierto, movedizo, donde se encuentran los peores demonios, pedofilia, acoso y sus variantes. La línea es muy delgada. Mostrarse como ser deseante y que eso no sea mal interpretado es casi una quimera. Mejor abstenerse. Miedo, culpa, fuera de lugar. Como parte de los juegos de verdad, el adulto no puede mostrarse como un sujeto con capacidad de desear. [15]
El placer como impulso, energía creadora, se le está vedado por el hecho de ser educador. No hay problematización al respecto, sino interdicción. El placer tiene prohibida la entrada a clase. El deseo en el sentido recuperado por Foucault de la erótica griega, esa aphrodisia, en tanto energía intempestiva, violenta, que no es interpretada desde lo moral –está bien o mal– sino desde la ética, desde donde se propone encauzar esa energía. Un impulso que nos instiga al goce, que puede ser sexual, intelectual, gastronómico, artístico, amistoso…
Eros, el principio divino del deseo y el amor, surge de nuestras más profundas raíces evolutivas: el impulso de crear, de generar nueva vida, de regenerar la especie (…) Escribir, tocar un instrumento, componer, pintar; leer, escuchar, mirar… todo exige que nos sometamos a ser transportados por Eros, a una transformación del yo similar a la que ocurre cuando nos enamoramos. [16]
Cuando la erótica se tiñe de malas intenciones, en su lugar se instala otra figura, un sexo empobrecido y genital, sin regulaciones, pornográfico –del griego pornee, prostituta– y femenino –de pornos, rufianes. En su raíz aparecen significados tales como vender y la vertiente latina la relaciona con estar parado delante. Memorias grabadas en el inconsciente se hacen presentes, el sujeto se convierte en un objeto sexual, una parte desvalorizada se convierte en el todo, su subjetividad está marcada, degradada. La eroticidad como una oportunidad de seducción que puede involucrar educador y discípulo; juegos de sugerencias; espoleta de vivencias de calidad inusitada, jamás entrará en un aula signada por la marca de lo prohibido.
Hay un saber sobre el sí mismo del educador que está recortado, una vibración escasa, una pulsión epistémica sin convocar. La educación y el placer no se encuentran en la escuela, es una intersección impedida. A los jóvenes, por sí solos, les costará provocar esa sinapsis que es responsabilidad del educador. Cuando el adulto no se posiciona en el lugar de un sujeto erotizado, apasionado por su quehacer, es imposible que una estética de lo placentero se instale en el aula, no es posible brindar lo que no se tiene. La escuela se pierde la posibilidad de conectar conocimiento, experiencia y placer. Acota su función social a reproducir lo dado, como teorizó Bourdieu. Se pierde la oportunidad de inventar, jugar, latir.
Los ecos de las instrucciones que reciben los educadores en el lejano siglo II retumban todavía, cuando Clemente de Alejandría se pronuncia en el Pedagogo, a favor de que el maestro es el encargado de curar las pasiones:
De las tres cosas que hay en el hombre: costumbres, acciones y pasiones, el Logos Protréptico se ha encargado de las costumbres... Un Logos preside también nuestras acciones: el Logos Consejero; y un Logos cura nuestras pasiones: el Logos Consolador, ahora, actuando sucesivamente en calidad de terapeuta y de consejero, aconseja al que previamente se ha convertido, y, lo que es más importante, promete la curación de nuestras pasiones. Démosle, pues, el único nombre que naturalmente le corresponde: el de Pedagogo. [17]
Los profesores deben constituirse como seres asexuados, castrados, con dificultad para conectarse con el propio deseo. Como si de eunucos se tratara, estos trabajadores, estas trabajadoras, gracias a estar privados de sus genitales, son más dóciles, su aparente falta de libido ayuda a deserotizar el espacio escolar. Restarle toda fascinación o apasionamiento. Mutilados, su prédica nunca será holística, ni habrá fuego en su vínculo, sino solo tibieza. [18]
Ya más cerca del presente, los retazos que quedan de la sexualidad conforman una dimensión que el siglo XX guardó a la privacidad del individuo y allí es donde deberá permanecer. Cuando los estudiantes logran –luego de gran esfuerzo de ambas partes– mirar a sus pedagogos desde otro lugar, la conversación se vuelve imposible. El silencio confirma que la inquietud por parte del joven fue el simple destello de un espejismo. “Profe, ¿usted tiene deseos?” Una pregunta sin devolución. Que cae en saco roto. La parálisis se instala en el adulto que es interpelado, reproduciendo la escena que tal vez ellos mismos protagonizaron de jóvenes cuando similares expectativas se hicieron presentes. Cómo habría de hablar de algo tan íntimo en un ámbito público, los códigos imponen normas que es menester acatar, hay un límite clarísimo... etc. Estas podrían ser las respuestas al porqué de la falta de respuesta. Se ubican en el plano del deber ser, de la moral, sin intento alguno de ver las posibles fisuras o conexiones entre un lado y el otro.
Mientras tanto, algunos jóvenes piden abrir más aún el juego:
A mí me encantaría trabajar la temática del BDSM ya que está visto como un tabú cuando, en realidad, bien aplicado, es algo muy hermoso, es una muestra de confianza absoluta. [19]
(Bitácora taller ESI, 5° año)
Una chica propone trabajar en los talleres las prácticas sexuales no convencionales. Bondage, disciplina, dominación, sumisión y sadismo masoquismo. La respuesta del silencio se hace oír de nuevo. Los y las jóvenes exigen un corrimiento de límites, empujan al adulto, a la adulta que se resiste, rígidamente, insensible, obediente a los lineamientos curriculares del Ministerio de Educación, donde la palabra erotismo no aparece impresa y el placer [20] es mencionado en una única oportunidad.
¿Cómo puede cierta mirada adulta obediente al mandato social de disciplinar, que se aparenta deserotizada –porque lo libidinal siempre está puesto en juego–, dogmática, austera, insensible, recatada, construir esa porción del joven como ser sexual que le concierne? ¿Cómo reconocerse como ser sexuado si las generaciones que preceden se caracterizan por la aparente ausencia de este condimento vital? ¿Dónde encontrar el reflejo que termine de conformar la propia idea de sujeto deseante, esa que hará posible declararse sujeto de deseo, vivir la experiencia de sí mismo en tanto expresión de una determinada sexualidad?
Son preguntas que creemos están pendientes. A las que hasta el momento la ESI no está dando cabida. Son los agujeros negros que se están tratando de evadir ante el temor de colapsar, de ser puestos en la mira de los padres, de las autoridades, de los medios. En efecto, puede resultar interesante plantearse la cuestión de la posibilidad de que exista otra cosa, con ayuda de una metáfora astronómica, una comparación algo disparatada, para lo cual pedimos la anuencia de quien esto lee. Un agujero negro es una región finita del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada como para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, podría escapar de ella. Son fenómenos cósmicos que se originan cuando una estrella de cierto tamaño colapsa. El resto de su materia queda limitada a una pequeña zona, que luego da paso a un inmenso campo gravitacional. [21]
La idea de que, ante la presencia de uno de estos prodigios astrales, mejor escapar, fue contradicha por el físico británico Stephen Hawking. Contra todas las predicciones, el científico conjeturó que podrían tratarse, más bien, de la puerta hacia otro universo. “Si caes en un agujero negro, no te rindas”, dijo Hawking en una conferencia en Estocolmo Suecia. “Hay una salida.” Y agregó que, si el agujero fuese lo suficiente grande y estuviese rotando, podría tener un pasaje a un universo alternativo. El afamado científico considera que los objetos pueden quedar almacenados sobre los límites de un agujero negro, conocido como el horizonte de eventos. Es decir, las fronteras del espacio a partir de la cuales supuestamente ninguna partícula puede salir, incluyendo la luz. Asegurando que no serían un pozo tan oscuro como se piensa, Hawkins indicó que los humanos no desaparecerían al caer en un agujero negro, sino que permanecerían como un “holograma” en el borde o “caerían en otro lugar”. [22]
Los lugares sin respuesta, con su paradójica atracción, se les parecen mucho a estos campos de fuerza concentradores de gravedad. Se muestran como una zona de peligro imposible de atravesar pero, tal vez, sean el señalamiento de la ruta que es menester atravesar para acceder a nuevos universos, con nuevas lógicas, porque las que estamos pudiendo manejar resultan improductivas. “Eros invariablemente encierra no solo intimidad sino también tensión. En una relación erótica hay contacto íntimo y riesgo íntimo.” [23]
–Dice el profesor de Biología que en lugar de tantos juegos y charlas deberían darnos más cosas biológicas.
–Que las dé él entonces.
–¡No! A mí me interesa lo que hacemos en el taller, acá puedo hablar cosas que ni con mi mamá hablo. Con el profe todo bien, pero ni loca hablo con él de las cosas que pasan acá.
(Bitácora taller ESI, Esc. Normal, 4° año)
Lo biológico es un campo resistente a integrarse como uno entre los tantos que conforman la sexualidad. Él quiere ser protagonista exclusivo. Él sí dice tener respuestas absolutas y necesarias. Al respecto dice Lagarde: “La transformación global consistió, en parte, en el surgimiento de la sexualidad humana: espacio en el que los cuerpos se modificaron y la reproducción fue dejando de ser biológica para ser cada vez más social y cultural, al desaparecer los instintos y el cuerpo programado mediante períodos de celo para el apareamiento”. [24]
La mirada según la cual los y las jóvenes precisan prioritariamente información somática donde predominan las “cosas biológicas” –no tanta conversación, juegos y esas prácticas dilatorias de lo importante– vuelven actual el debate de los comienzos de la educación sexual escolar, la tirantez estructural a la que todavía debe hacer frente este campo disciplinar. Aquí nos detenemos para preguntar y preguntarnos: ¿La faz cultural y psicológica de la sexualidad, acaso no juega el mismo juego: de creerse clave y fundamento, médula y fuente de respuestas verdaderas? ¿Lo cultural es más importante que lo biológico? ¿Dónde queda la dimensión integral de la sexualidad?
Si algo puede decirse de la erótica, es que se trata de un flujo, un devenir, una energía envolvente. Toda fragmentación, disección, intento de sesgo en la mirada adulta es una cancelación en lo que a transmisión de la eroticidad se refiere. Tanto sea de un lugar como de otro –desde un empirismo biologicista o un culturalismo inorgánico– hay un recorte que se instala en el plano del hábitus, [25] ese sistema de regulación transferible que busca perpetuidad y desde donde los sujetos producirán determinadas prácticas y reprimirán otras, esta “estratificación de la experiencia”. [26] Un freno a una demanda que se expresa en los talleres, ese “soltarse en el sexo” [27] para el cual los jóvenes piden consejo.
Queremos marcar aquí una paradoja: la necesidad del encuentro entre joven y adulto encierra a su vez la necesidad del desencuentro, de marcar territorios que le son específicos. No son iguales los que se reúnen o, dicho de otro modo, son tan iguales como diferentes. Por otra parte, desde la estructura psíquica resulta válido establecer diferencias entre adultos y jóvenes, entre el que da y el que recibe; en ello se juegan aspectos estructurantes de lo social. Cuando el menor le pregunta al mayor por su manera de excitarse, se abre una puerta para el acercamiento para también para la equiparación y la pérdida del lugar de pertenencia. El desafío es pensar cómo mantener la desigualdad y que haya acercamiento, encontrar un lugar de encuentro y desencuentro a la vez, una nueva tensión constitutiva del vínculo. A cada uno le corresponde una tarea: a quien ejerce la adultez, suscitar la conversación no a título personal –aceptando que sí se excita, pero guardándose los detalles–, y a quien habita la juventud, producir su propio mundo erótico a partir de la herencia recibida.
Cuando el adulto, cuando la adulta no puede
El hecho de que el hombre sea capaz de acción significa que cabe esperar de él lo inesperado, que es capaz de realizar lo que es infinitamente probable. Y una vez más esto es posible debido a que cada cual es único, de manera que con cada nacimiento algo singularmente nuevo entra en el mundo.[28]
Hannah Arendt
Los y las jóvenes interpelan a los adultos, a las adultas. Nos ponen en permanente desasosiego entre nuestra propia autobiografía sexual, lo que es válido y no en la escuela primero y después en un taller ESI. Piden ir más allá de lo instituido. La ESI –cuando incluye perspectiva de género y derechos sexuales, entre otras líneas de trabajo– es un límite traspasado, un territorio prístino para lo que la escuela tradicional representa. Sin embargo, a su interior, nuevas barreras se levantan, temas tabú dentro de una mirada superadora de los tabúes; silencios incómodos, dentro de un territorio conversacional, que se autodefine como superador de prejuicios.
Expresa Morgade:
En la vida cotidiana de la escuela, si bien representan un avance en la dirección de desocultar cuestiones silenciadas, los contenidos del discurso de “la prevención” en educación sexual tienden a reiterar una norma corporal, biologicista, sexista y heteronormativa, que censura sistemáticamente desde los/as adultos/as, y también entre los/as mismos/as jóvenes, a la comprensión de la sexualidad como espacio de subjetivación y de placer. [29]
En los talleres ESI estudiados, en varias oportunidades los y las estudiantes proponen el tema. En los buzones de preguntas e inquietudes se incluyen papelitos con solicitudes del estilo: “Dar porno”; “Porno”; “Hablar del porno como una fuente de información y no como algo malo”, “¿Las mujeres acaban como en las películas porno?”. En el período en que se desarrolló el trabajo de campo el tema no fue tematizado en taller alguno.
La pornografía es un contenido ausente en toda propuesta educativa, no puede estar, es lo prohibido del sexo, una de las barreras epistemológicas de la ESI. Mientras tanto, los y las jóvenes consumen producciones XXX, y es habitual que naveguen por páginas con estas ofertas; el Whatsapp es otro canal rápido de distribución de videos con estas características. El porno se instala en lo cotidiano, es uno de los secretos [30] que los y las jóvenes mantienen con los y las adultas, una estrategia útil desde el punto de vista de la estructura psíquica porque erige la ruptura generacional, el diferenciarse de los progenitores. Sin embargo, es un consumo cultural cargado de ideas erróneas en torno a la sexualidad, porque presenta una versión cosificada del cuerpo, donde los genitales devienen meras mercancías. Sus efectos podría contraponerse si el tema es tratado en ámbitos de taller, donde desmitificar sus postulados e incluso establecer una comparación entre el sexo porno y el sexo real. [31]
En una bitácora se presenta la siguiente situación: una profesora de Lengua y Literatura consulta a una tallerista, en relación a que en una novela gráfica que mandó el Ministerio de Educación “hay escenas de sexo explícito”.
Mi inquietud tiene que ver con el temor de que se tome para la broma pesada, para la joda, para la grosería, encima algunos cuentos hechos historietas sí son zarpados en ese sentido. La verdad es que no tengo drama con el texto que aborda lo sexual, pero la imagen es lo que me incomoda, me saca de mi eje y no sé en qué contexto se podría leer. Es más... me imagino un padre viniendo a denunciarme por dar pornografía, me muero. (La profesora después se enfermó y no fue más a la escuela.)
(Bitácora, taller ESI Esc. Normal)
El Inspector Justo(2007), de Sanyú –seudónimo de Héctor Sanguiliano–; Sin novedad en el frente(1999), de Patricia Breccia y Peter Capusotto(2009), de Diego Capusotto y Pedro Saborido. Son las publicaciones aludidas. Las que permanecieron guardadas en la escuela, en una caja, en la caja.
La primera cosa que vio Pandora al entrar en la casa en que vivía Epimeteo, fue una gran caja, y casi inmediatamente después de haber atravesado el umbral, preguntó qué había en ella. Mi querida Pandora –contestó Epimeteo– es un secreto. La caja fue dejada aquí, para que estuviese bien guardada; y yo mismo no sé lo que contiene. [32]
Como la de Pandora, el ánfora enviada por el Ministerio guarda lo impredecible, nuevos males y desgracias para los tiempos actuales. Mientras alguien guarde la llave, las fuerzas oscuras, la pornografía y el erotismo no mancharán las aulas.
En el texto hesiódico, escrito setecientos años antes de la era cristiana, la pasión fue uno de esos seres maléficos que perturbaron el mundo. Ahora, su nombre es sexo explícito e imagen sexual. El mayor grado de iconicidad es el problema. Cuando la literatura incluye de manera implícita o explícita al sexo, no existen mayores observaciones. Ahora, cuando se instala la franqueza, lo dicho abiertamente y sin rodeos, cuando se presenta la oportunidad de hablar con los jóvenes del sexo en serio, concreto, involucrando la materialidad del cuerpo, mantener una conversación entre sujetos deseantes, nos encontramos sin recursos. Sin saber cómo hacer. Todo se vuelve obsceno. Sórdido. Pero hasta la imagen más abrumadoramente pornográfica puede ser una oportunidad para hablar de humanidad, de esperanza, de erotismo.
–¿Para qué me sirve todo esto? [33]
El interrogante se instala en un taller en el que se había abordado la respuesta sexual humana y sus fases, que según Masters & Johnson, Kaplan y Levine, son deseo, excitación, meseta, orgasmo y resolución. En efecto, el conocimiento entendido como información sobre el cuerpo en tanto organismo que responde a estímulos sexuales, “no sirve” a los jóvenes. Lo tabulado, lo ya calculado, lo previsible es opuesto al placer. El encuentro sexual tiene el encanto de lo inesperado, de la sorpresa, lo inaudito, lo desconcertante, la improvisación. En la escuela, la mirada adulta maneja información, la mirada del joven quiere experiencias, sensaciones. Son dos perspectivas, dos maneras de ver. Una clausura a la otra y viceversa.
Una situación similar se presenta cuando el tema es “relaciones seguras y uso de preservativo”. La seguridad pareciera enemiga del placer, de lo espontáneo e improvisado, esos rebuscados artilugios que encienden el deseo. Hablar de proyecto de vida y embarazos no deseados se vuelve una paradoja, un planteo que busca engañar. Claro está que ningún debate en torno a lo sexual podrá resonar si se despoja al sexo del caos, del desenfreno. El uso del condón será plausible si es metaforizado como un boleto de ida y vuelta al universo de la subversión.
Díaz reflexiona sobre esto de una manera altamente provocativa:
El deseo, en sí mismo, es nómade. Se alimenta con fragmentos libidinales, se potencia, se agiganta. Cuanto más inconsciente, más gigante. Pero la libido no pasa a la consciencia sino en relación con cuerpos o personas determinadas. Se trata de puntos de conexión. Son los puntos en los que (con los que) hacemos habitualmente el amor. Creemos que hacemos el amor con uno. Aunque, en realidad, hacemos el amor con muchos. Mejor dicho, normalmente hacemos el amor con una sola persona. Pero esa relación es posible por toda la potencia que se ha cargado a través de miradas, roces, pensamientos, lecturas, sueños, y la infinita variedad de estímulos que recibe cualquier ser vivo. El sueño de la razón engendra monstruos. [34]
A cada paso son más las preguntas que las respuestas: ¿Qué puede suceder si el secreto –de la pornografía, de los adultos sexuados– es revelado? ¿Cómo podrían adultos, adultas y jóvenes hablar de sexo en un registro explícito, generar experiencias significativas desde el cuerpo sin perder la necesaria distancia? ¿Sería oportuno levantar todos los velos [35] que habitan la sexualidad, es eso posible? ¿Y si se aprovecharan las demandas de los jóvenes para traer el erotismo al aula?
Intentamos sostener que, bajo ciertas condiciones, adultos, adultas y jóvenes pueden hacer otra cosa diferente a lo que el dispositivo escolar espera. Entrar en “el agujero negro” requiere de una voluntad por sostener la tensión entre distancia y cercanía; desnaturalizar el vínculo heredado, para abrirlo a nuevos posibles; salirse del lugar preestablecido y animarse a jugar, a improvisar, a experimentar (verbo que referido a salirse del perímetro). Ligar conocimiento y placer. Celebrar los velos y la pregunta impertinente.
Algunas de estas situaciones tienen lugar en los talleres estudiados. Conviven con otras, en las que los adultos y las adultas, pese a tener las mejores intenciones, solo pueden cumplir un rol reproductor de lo dado, sin lograr un aporte de sentido, porque su mirada debe cargar con una clausura, la imposibilidad de ver el erotismo como una dimensión que incluye el sexo pero que no se reduce a él.
Dicen Graciela A lonso y Graciela Morgade: “Se trata, en síntesis, de erotizar los procesos de conocer, de aprender y de enseñar, dando lugar al placer y a las curiosidades impertinentes”. [36] Y Miguel Escobar Guerrero (2012), desde la línea de pensamiento freireana: “Uno de los principales desafíos del ser humano es asumir la autonomía de su erotismo de Eros y luchar para que sea respetado”. [37] “El sueño, en mi práctica educativa, ilumina el sendero de una pedagogía erótica. Sin amor difícilmente aprenderemos a soñar, y sin erotismo no es posible la utopía.” [38]
BIBLIOGRAFÍA
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Paz, Octavio (1994) La llama doble: Amor y erotismo, España, Seix Barral.
[1] Este artículo es un reversionado de un fragmento de mi tesis del Doctorado en Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Entre Ríos, Argentina, dirigida por la doctora Carina Muñoz y aprobada en 2017. Su título: “Sexualidades juveniles, conversaciones y resignificaciones. Los espacios de Educación Sexual Integral en escuelas secundarias”. En 2006, Argentina sanciona la ley 26.150, que regula el derecho de niños, niñas y jóvenes a recibir educación sexual, y crea el Programa Nacional de Educación Sexual Integral.
[2] Barthes, R. (2004) El placer del texto, Buenos Aires, Siglo XXI, p. 31.
[3] “El espectáculo ha acabado con el erotismo como camino para la liberación. Mi intención siempre ha sido mostrar los efectos sociales del erotismo, no los aspectos privados. De hecho, nunca he dibujado a dos personas haciendo el amor.” Manara, M., entrevista en Público.es a propósito del Salón Internacional del Cómic de Barcelona 2008. Disponible en el-erotismo-como-camino-para-la-liberacion/agencias/ - Consultado: 26/9/15.
[4] Bataille, G. (2007) El erotismo, versión electrónica de Scan Spartakku, p. 16. Disponible en el_erotismo_v1.1.pdf - Consultado: 5/10/15.
[5] Nachmanovitch, S., op. cit., p. 197.
[6] Díaz, E., “Gilles Deleuze: poscapitalismo y deseo”. Disponible en www.estherdiaz.com.ar/textos/deleuze.htm - Consultado: 26/9/15.
[7] Paz, O. (1994) La llama doble: Amor y erotismo, España, Seix Barral, p. 10.
[8] Foucault, M. (1984) “Sexo, poder y política de la identidad”, traducción de Sex, Power and the Politics of Identity, entrevista de B. Gallagher y A. Wilson en Toronto, junio de 1982, publicada en The Advocate 400(7 de agosto de 1984). Disponible en sexo-poder-y-la.html - Consultado: 17/12/15.
[9] Castro Orellana, R. (2008) Foucault y el cuidado de la libertad, Santiago de Chile, LOM ediciones, p. 468.
[11] Las bitácoras y observaciones forman parte del material de campo obtenido para la realización de mi tesis doctoral.
[12] Con este recurso nos referimos a esa idea hegemónica que ronda al respecto. Nosotras entendemos que pese a ella, lo libidinal es constitutivo de la subjetividad, que se podrá disimular pero no suprimir.
[13] Britzman, D. (1999) en Lopes Louro, G. (comp.) O corpo educado. Pedagogias da sexualidade, Belo Horizonte, Ed. Autentica, p. 13. Citado en: Morgade, G. (2009) “Educación, relaciones de género y sexualidad: caminos recorridos, nudos resistentes” en Villa, A. (comp.) Sexualidad, relaciones de género y de generación, Buenos Aires, Novedades Educativas, p. 39.
[14] Canciano, E. (2012) “Estética y cuerpo sexuado en la educación (a propósito de la educación sexual)”, en Frigerio, G. y Diker, G. (comps.), Educar: (sobre)impresiones estéticas, Paraná, Serie Seminarios del CEM, Colección del Estante, Fundación La Hendija. Este trabajo de la pedagoga rosarina surge a partir de sus Indagaciones en torno a la problemática de la sexualidad en el terreno de la educación. Antecedentes teóricos y programas de educación sexual, 2007, a pedido del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable, Ministerio de Salud de la Nación.
[15] Foucault propone: “Una historia que no sería aquella de lo que puede haber de cierto en los conocimientos, sino un análisis de los ‘juegos de verdad’, de los juegos de falso y verdadero a través de los cuales el ser se constituye históricamente como experiencia, es decir como poderse y deberse ser pensado (…) ¿A través de qué juegos de verdad el ser humano se ha reconocido como hombre de deseo?”. Foucault, M. (2003) Historia de la sexualidad. El uso de los placeres, Buenos Aires, Siglo XXI, p. 7.
[16] Nachmanovitch, S., op. cit., p. 192.
[17] De Alejandría, C. (1998) Pedagogo, Madrid, Ed. Gredos, pp. 18 y 19.
[18] Ver Díaz Sáez, J.A. (2014) Eunucos, España, Ed. Almuzara. Comentario disponible en www.elconfidencial.com/cultura/2014-05-04/eunucos-historia-de-una-castracion_123524 - Consultado: 20/9/15.
[19] La referencia es a una propuesta ingresada al buzón de preguntas.
[20] En Argentina, los “Lineamientos curriculares para la Educación Sexual Integral”, explicitan que, entre sus propósitos, la escuela desarrollará contenidos que promuevan en los alumnos y alumnas, entre otros, “El reconocimiento y el respeto de las emociones y sentimientos vinculados a la sexualidad y sus cambios: miedo, vergüenza, pudor, alegría, placer”. Disponible en lineamientos-curriculares-ESI.pdf - Consultado: 16/12/15.
[21] Ver harko_science.html - Consultado: 16/9/15.
[22] “Stephen Hawking: ‘Si caes en un agujero negro, podrías terminar en otro universo’”, en www.bbc.com, 26 de agosto de 2015. Disponible en agujeros_negros_pasaje_universo_hr - Consultado: 16/9/15.
[23] Nachmanovitch, S., op. cit., p. 194.
[24] Lagarde, M., op. cit., p. 9.
[25] Ver Bourdieu, P. (2012) Bosquejo de una teoría de la práctica, Buenos Aires, Prometeo Libros; (1993) El sentido práctico, Madrid, Taurus, entre otras obras del autor.
[26] Manhheim, K. (1990) El problema de una sociología del saber, traducción y estudio preliminar de Carlos Gómez Muñoz, Madrid, Tecnos, pp. 52 y 53.
[27] Buzón de preguntas taller ESI, Escuela Normal, 3° 2°, mayo de 2013.
[28] Arendt, H. (1993) La condición humana, Barcelona, Paidós, p. 202.
[29] Morgade, G. (2006) “Sexualidad y prevención: discursos sexistas y heteronormativos en la escuela media”, en Revista del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, p. 11.
[30] La pornografía en las redes sociales es un secreto a voces. Una literatura consumida principalmente por adultos y adultas, también por jóvenes. Un consumo cultural común pero segmentado: cada grupo hace como si el otro no supiera, como si fuera exclusivo de su generación.
[31] El cortometraje Porn Sex vs. Real Sex explica utilizando comida, las diferencias entre ambos términos.
[32] “La caja de Pandora”. Disponible en mitosyleyendascr.com/mitologia-griega/la-caja-de-pandora/ - Consultado: 26/9/15.
[33] Bitácora, Taller ESI, 6° 5°, julio de 2015.
[34] Díaz, E., op. cit.
[35] Canciano habla de los peligros de “despejar todos los velos” y, como consecuencia, interpelar a un cuerpo “despojado del enigma subjetivo”. Aquí lo retomamos en un sentido opuesto, como una paradoja: como si el recaudo a develar las verdades sexuales nos lleve a pasar por alto las demandas concretas y explícitas de los jóvenes. Apostando al desafío de que lo carnal siempre encontrará maneras de producir nuevos velos que vuelvan inquietante el encuentro. Canciano, E. (2012) “Estética y cuerpo sexuado en la educación (a propósito de la educación sexual)”, en Frigerio, G. y Diker, G. (comp.), Educar: (sobre) impresiones estéticas, Paraná, Serie Seminarios del CEM, Colección del Estante, Fundación La Hendija.
[36] Alonso, G. y Morgade, G. (2008) “Educación, sexualidades y géneros”, en Cuerpos y sexualidades en la escuela. De la “normalidad” a la disidencia, Buenos Aires, Paidós.
[37] Escobar Guerrero, M. (2012) Pedagogía erótica. Paulo Freire y EZLN, México, p. 18.
[38] Escobar Guerrero Op. cit., p. 45.