Buscar la relación educativa a la ciudad, una propuesta de movimiento
- Clara Arbiol i Gonzalez
- n. 7 • 2010
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Buscar la relación educativa a la ciudad, una propuesta de movimiento
Clara Arbiol i Gonzalez
Professora Ajudant. Departament de Didàctica i Organització Escolar. Universitat de València
Este texto muestra el proceso de concreción de la mirada en un proceso de investigación. Una mirada que se pretendía amplia y se dirigía a la ciudad, como escenario. Miraba la ciudad y veía un espacio social de conflicto entre la negación y la posibilidad, entre la domesticación y la subversión. La ciudad pasaba a ser bajo esta mirada un campo social de batalla, donde la política social en forma de reivindicaciones, en forma colectiva, es un espacio con un proyecto pedagógico para aquella ciudad. Pero la ciudad se hace cada día, se hace también poco a poco, silencionsamente, se hace en otros lugares y en otras prácticas que son diferentes. Esta es la propuesta abierta de este texto: mirar estas prácticas que hacen ciudad como un proyecto educativo. Son estas creaciones sociales que se mantienen arraigadas a la vida presente de mujeres y hombres. Son creaciones de redes, de vínculos, de espacios de escucha y de cuidado del deseo y el sentido.
1. La ciudad: un espacio donde se niega la relación
El capitalismo y las estrategias del mercado han modificado no sólo el espacio de la ciudad como entidad física, sino también la experiencia urbana, las funcionalidades, las dinámicas de movimiento en su seno. Junto a la modificación del espacio, se modifica por tanto la vivencia y la manera de pensar la ciudad. Tomo la clasificación de Josep Maria Montaner (2006) como esquema que articula el texto; la ciudad que se niega es una ciudad que separa, es una ciudad que olvida y es una ciudad que deshabita.
Ciudad que segmenta: la ciudad de ciudades
Las diferentes zonas urbanas se especializan dibujando una especie de mapa tematizado y controlable. La voluntad de someter desde la planificación urbana conforma mapas temáticos que dividen el espacio por zonas dedicadas a diferentes actividades. La segregación funcional de la ciudad da lugar a diferentes ciudades que poco tienen que ver con la definición de la ciudad como un espacio de diferencia. La homogeneidad del espacio es uno de los principios de negación de la ciudad a través del control sobre esta. Así pues, aparecen zonas localizadas que tienen que ver con la localización de capitales específicos. Hay en la voluntad de ordenación “un lugar para cada cosa”; un espacio financiero para la acumulación de capital económico, un espacio para la información y su gestión, un espacio para el ocio y el consumo. Y también hay un espacio para la pobreza, un espacio para la miseria y la exclusión. Las grandes concentraciones funcionales promovidas desde las instituciones políticas y económicas, van acompañadas de los discursos de la revitalización. La legitimidad se busca en la promesa de sacar de la degradación zonas de las ciudades situadas a menudo a los márgenes, y hacer de estas zonas nuevos espacios de centralidad. Ya son muchas las experiencias en este sentido. Así, por ejemplo El Forum de Barcelona y el Barrio de la Mina, El Pouet de Campanar en la ciudad de Valencia, la ciudad de las Artes y las Ciencias en esta misma, zonas fruto del mercado inmobiliario, las personas que habitan los barrios afectados acaban por ser desalojadas o desplazadas.
La segmentación funcional de la ciudad en zonas especializadas modifica de manera considerable la cotidinaeidad de sus habitantes. Esta segregación no afecta de igual manera todos los sectores de la población. Estudios como el de Anna Bofill de Levi (2005) muestran que las mujeres sufren más los efectos de la separación funcional. La disociación de los espacios de vivienda, trabajo y servicios en la estructura de la ciudad dificulta la articulación espacio-temporal de las diferentes actividades que realizan las mujeres. Ellas son, en mayor parte, las que tienen a su cuidado otras personas, las que abastecen las casas de alimentos y otros productos y por tanto las que suelen hacer las compras. Esta pluralidad de actividades dibuja itinerarios poliédricos en una ciudad diseñada y equipada para los desplazamiento lineales preferiblemente en transporte rodado privado.
La diferenciación social y espacial conforma la ciudad como una multiplicidad de universos sociales fragmentados, con límites cada vez más definidos y con una comunicación progresivamente más débil entre ellos. La diferenciación cristaliza, por tanto, en diferentes dinámicas de relación, prácticas y capitales sociales vinculados con un estatus diferente. Los usos del espacio urbano están marcados socialmente.
La ciudad pasa a ser un mosaico de grupos y espacios sociales fragmentados ( Laia Oliver-fauca, 2006:371). Como muestra, basta con observar diferentes calles de la ciudad y analizar quién está presente, por dónde transitan las personas. Quiénes están en el lugar que les corresponde, cuándo. Todo un ejercicio de observación y análisis de las vidas de las calles para poner de manifiesto la división social en el uso del espacio.
La comunicación y la cohesión entre los fragmentos de la ciudad se debilita , y por tanto, la posibilidad de interacción. Es una ciudad que apuesta por la separación, por la tranquilidad frente a la conflicitividad democrática. Es, en consecuencia, una ciudad sometida, domesticada.
Ciudad que olvida: una ciudad sin historias
Las ciudades están hechas de episodios, de capítulos, de historias. La historia del poder es también la historia de la desmemoria, de la amnesia como estrategia de disolución de lo colectivo y popular. No sólo las guerras y las dictaduras son las responsables de la destrucción de la memoria popular y de la imposición de nuevas referencias, la actual voluntad de dominio urbanístico por parte del poder es también la sistemática destrucción de patrimonio, del tejido urbano en la búsqueda de construir nuevos referentes urbanos. En Valencia tenemos ejemplos muy representativos de este proceso; la creación de una imagen de la ciudad lleva a la eliminación de barrios y poblaciones. El marketing urbano – la ampliación del puerto de Valencia al caso de La Punta, el macroproyecto posterior de la Copa América, el Circuito Urbano de Formula 1 - sustituye historias, sentimientos, vínculos en la búsqueda de la ciudad-marca.
La ciudad plural, la que acoge diversidad de actividades y funciones, es también la ciudad de la diversidad de memorias, de sentidos y significados. El control por una ciudad homogénea pasa también por la creación de un sentido; un alma unificada que se constituye en identidad. Manuel Delgado (2005: 106-107) habla de la ciudad como el escenario de la batalla por la constitución de una identidad central. Y en este sentido, los mecanismos de persuasión para la promoción de estas identidades están fuertemente relacionados con la creación de la marca de la ciudad que hace de ésta un producto comercial dirigido a la contemplación, con la arquitectura de escaparate que maquilla la ciudad y con los procedimientos de legitimación de los discursos del progreso. Estos mecanismos son cada vez más complejos, se hacen más sofisticados. En la ciudad de la simulación, la memoria urbana es una memoria de simulacro. La identidad se construye alrededor de un nosotros que se presenta vacío de contenido, provisional y estrechamente vinculado en la fachada exterior de la ciudad. Un nosotros que no representa, que no acoge, sino que excluye, que desplaza, que somete. En el mercado global donde la ciudad está en venta, la generación de imágenes comerciales es esencial. La voluntad de las políticas de marketing es la consolidación de una marca de ciudad, una imagen, hacer de la ciudad un logotipo. En este sentido, los macroproyectos en forma de construcciones faraónicas o la celebración de acontecimientos de interés internacional al mismo tiempo que sectorial, son mecanismos dirigidos a la conformación de un escaparate en la ciudad.
La ciudad es, además, una referencia desterritorializada. La homogeneidad de las construcciones hace que se pierda la particularidad que convierte una ciudad en un espacio singular. En un panorama donde las grandes ciudades cada vez se parecen más, la referencia del viaje, de la situación, se ve dificultada. En esta desterritorialitzación, la Arquitectura tiene un papel fundamental. Cuando el arquitecto, a menudo hombre, es lo importante y no tanto la funcionalidad de la obra, la ciudad olvida su identidad, las usuarias y los usuarios. Hay, como los llama Giandomenico Amendola (2000), arquitectos superestar. La ciudad contemporánea es utilizada como plataforma publicitaria para figuras reconocidas a la arquitectura internacional. Toda ciudad que se preste a competir en el mercado global debe tener un Calatrava, un Nouvel o un Foster. La arquitectura urbana contemporánea es descontextualizada, se muestra incapaz de anclar en el lugar, entendiendo lugar en su sentido más antropológico. Un urbanismo que olvida las personas en nombre del diseño externo y extraño, en tanto que se realiza desde fuera con diferentes criterios que los de la funcionalidad y necesidades de las personas que lo habitarán, le pasearán.
El diseño urbano es la búsqueda de la inmortalidad para arquitectos y urbanistas, construcciones individuales frente a la mortalidad del colectivo. Las ciudades se identifican no por la experiencia urbana de sus habitantes, sino por las construcciones de los arquitectos. Que además, son muy semejantes en diferentes espacios, la ciudad es como una especie de contenedor monumental sin vínculos. El perfil urbano queda modificado de manera considerable y con ello, el imaginario que conforma.
Desplazar: la ciudad que expulsa.
Junto a la ciudad de la simulación y de la imagen, crece la ciudad real, la ciudad de la pobreza, de la miseria. Es una ciudad incómoda, que pone en crisis el modelo de desarrollo capitalista de promesas, que nos sitúa delante de la contradicción del “vivir como si”. La ocultación es el mecanismo de gestión de las presencias incómodas. La ciudad experimenta procesos de maquillaje y esconde la vergüenza bajo la alfombra. Es una ciudad que se vuelve hostil hacia las personas que lo habitan, que expulsa a través de mecanismos diversos. Un espacio representado y creado para y por los mapas turísticos, hecho de rincones invisibles, de barrios a oscuras. Esta es una ciudad que deshabita.
Las ciudades son los escenarios privilegiados de las desigualdades. En la ciudad dual o la ciudad resquebrajada, crecen las desigualdades y se generan espacios de exclusión. Las razones que llevan a la situación de exclusión son diversas, como diversos son los colectivos que las sufren.
A través de los mecanismos de gentrificación, la ciudad capitalista lleva a término un proceso de desalojo, de desvivienda de las personas. La ciudad deja en este momento de cumplir una de sus funciones esenciales que es la de servir de acogida para expulsar en lugar de dar cobijo. Además, las estrategias están a menudo marcadas por la violencia, por el asedio constante y la amenaza. Es esta una ciudad que se vuelve cruel contra sus habitantes. Hablamos de gentrificación cuando en una zona de la ciudad se lleva a cabo un proceso de remodelación no sólo de la imagen física de los edificios y las instalaciones sino también del tejido social que la conforma. El objetivo de este proceso es desplazar población de ingresos bajos para aumentar el estatus de una zona o su valor al mercado. A través de la intimidación y a menudo de la violencia, se hace una “limpieza” de barrios que pasan a ser centro de interés para la construcción de nuevas viviendas, para la instalación de centros de ocio u otras actividades. La vecindad de estas zonas suelen tener unos recursos limitados; gente mayor, personas con rentas bajas, personas inmigradas... Se sube el precio del suelo de manera que las habitantes no pueden pagar los alquileres o las retribuciones y deben abandonar el barrio. En otras ocasiones, en cambio, el proceso es más violento aún si ningún, se llevan a cabo desalojo forzosos, expropiaciones o asedios continuados hasta que se cede. Los casos de Campanar y especialmente La Punta y el Cabanyal en la ciudad de Valencia son ejemplos de estos procesos por parte de la Administración local. Los relatos de las vecinas de La Punta o del Cabanyal-Canyamelar también en Valencia explican la presencia policial recurrente en los barrios, el asedio al que ha estado sometido la vecindad: un denominador común en estas narraciones es la relación entre los proceso de expropiación de la tierra y la vivienda, y la aparición de enfermedades que en algunas ocasiones han resultado mortales.
La ciudad también deshabita al mismo tiempo que crece. Cuando una ciudad se expande se van generando nuevos puntos de centralidad. Mientras unas zonas se van alimentando, otros se dejan de atender. Se van activando dos ciudades simultáneamente; o más bien, mientras una se activa, la otra se desactiva. Una dinámica que afecta especialmente los centros históricos de las ciudades que se empobrecen progresivamente. Estos son los barrios que acogen normalmente la gente de más edad con rentas más bajas, donde además se instala la población inmigrada, barrios en los que las dotaciones no son suficientes. Las viviendas no se encuentran en buenas condiciones. En el caso del Carme, una parte importante del centro histórico de la ciudad de Valencia, al deterioro del barrio debemos añadir la tematización que ha llevado el ocio a la zona. El Carme es un barrio digno de mostrar durante unos días en que la luz, el ruido, el consumo construyen una imagen para el turismo ocasional o el ocio del fin de semana. En cambio, es también un barrio donde se esconde la exclusión, la pobreza, la falta de preocupación por parte de las autoridades hacia las necesidades de las vecinas y vecinos.
La ciudad también desplaza y esconde cuando pasa a ser espectáculo. En el mercado de competición global las ciudades optan (que no sé si esta es la palabra) a ser sede de macroeventos de eco internacional; es la ciudad del acontecimiento, la ciudad espectáculo. En el caso de la ciudad de Valencia, esta dinámica se ha acelerado en los últimos años; Visita del Papa, Encuentro Mundial de las familias, presentación de la nueva marca de uno famoso piloto de Formula1, Copa América, un circuito urbano para la Formula1 del tippo del de Montecarlo... Un conjunto de citas que han elevado el espectáculo a rango de cotidianeidad. Una ciudad turística que se hace cada vez más hacia el exterior y que ignora la que pasa en su interior. En esta carrera por el evento, la ciudad se lanza a la transformación espacial y la dotación de infrastructuras necesarias para atraer inversiones. El gasto público se dirige al maquillaje de una ciudad consagrada al turismo. Una ciudad que se hace incómoda para sus habitantes, que se sienten presentes en una fiesta permanente, continuada. Son expulsadas de las calles para habilitar nuevas vías de circulación que conectan los principales puntos turísticos. Edificios, lugares de la ciudad quedan vedados; cerrados y restringida la entrada.
En el proceso de investigación que llevamos a cabo, se hizo una revisión de los datos demográficos y estadísticos de la ciudad de Valencia y de algunos barrios de la ciudad de Barcelona como dos ciudades en las que los mecanismos de negación a los que se ha hecho referencia están presentes en la vida de las mujeres y hombres que las habitan. Los indicadores utilizados para comparar han estado el número de habitantes, la densidad de población y el grupo de edad más numeroso. El número de personas con analfabetismo y sin estudios de la población que vive en el barrio y el número de personas desempleadas y desempleadas en búsqueda del primer trabajo del total de la población activa del barrio o distrito en cada caso. Otro dato que parecía importante para situar las diferencias entre los barrios era el precio del metro cuadrado. Finalmente, el número de población inmigrada en relación al total de la población nos aporta información sobre cómo se agrupan los movimientos migratorios dentro de la ciudad. Este mapa comparativo nos permite detectar las desigualdades intraurbanas que presentan las ciudades. Estos sin embargo, son los datos conocidos; las estadísticas, en su voluntad de controlar los movimientos de las personas y sus acciones, tiene múltiples grietas por las que se filtran los márgenes de la otra ciudad, la que no se conoce, la que no se contabiliza.
2. A pesar de todo el rumor persiste: la reivindicación del espacio y la resignificación de la ciudad
Junto a los mecanismos de desarticulación de las ciudades por parte del capitalismo, se desarrolla en diferentes sitios del planeta una posición de resistencia que contribuye a la creación de movimientos nuevos. Así, las ciudades, como parte del escenario global, son el punto de encuentro entre las estrategias del mercado y las redes de construcción de otros modelos posibles. Son estas experiencias las que se contraponen a los mecanismos de negación de la ciudad que hemos descrito y apuestan por un proyecto de ciudad alternativo basado en relaciones diferentes con el territorio y entre las personas. Es por eso que esta rumor que a pesar de todo persiste, esta articulación a veces esporádica, la alianza que se genera de manera momentánea en la calle está creando otros mundos, otras ciudades.
Los mecanismos de negación de la ciudad que se han descrito ponen en crisis la identificación del espacio urbano con el espacio público. Sin embargo, en la definición de la naturaleza del espacio interviene también la práctica que se da. Hay por tanto una relación que podríamos calificar como mutuamente constitutiva. El espacio determina la práctica social en la mayor parte de los casos, este es el objetivo de que guía el diseño urbano. Pero en algunos casos, es la práctica la que determina el espacio, de manera que el uso que se preveía se subvierte y se resignifica el espacio. Las calles que pasan a ser patios de juego improvisados. Huertos urbanos en los barrios de las ciudades. Las verjas de los centros escolares que están cerrados que los jóvenes del barrio saltan por utilizar los campos de deporte. Es en la actividad donde reside la posibilidad de transformar.
La calle es el espacio en el que la vida urbana se hace presente. Es el lienzo en la que se pinta un cuadro sobre otro. La calle es el espacio de aparición, donde los sujetos se encuentran, donde se crean alianzas temporales, donde se puede representar y ser representada. La calle es el espacio de custodia de la experiencia urbana que se apropia de él. El trazado de calles de una ciudad permite la circulación de vehículos y de personas por ellos y posibilita así las funciones del espacio urbano; consumo, trabajo, desplazamientos con objetivos habituales y previstos. Las concentraciones lúdicas o festivas como pasacalles, carnavales o procesiones religiosas son ocupaciones de las vías inusuales. En primer lugar, las personas transitan por el espacio de la calle habitualmente pensada para y ocupada por los vehículos, un pasar por las calles que es ahora espectáculo que es contemplado. Las manifestaciones de carácter reivindicativo tienen en la ocupación de las calles un gesto simbólico fundamental. La calle pasa a ser como una alianza común, donde se muestra la oposición, la negativa o el rechazo a decisiones tomadas desde las administraciones o a determinadas situaciones que se consideran denunciables por parte de las personas que se movilizan. Pero tomar la calle tiene además la fuerza del reto hacia la pretensión de control por parte del estado sobre el espacio público. Cuando el uso de la calle no es un uso autorizado se subvierte la práctica social prevista. La calle es entonces un espacio de conflicto, un espacio del que se ha desobedecido el orden.
La ciudad no la hacen las planificaciones, no es producto de los proyectos urbanísticos. Como hemos visto, la ciudad es, sobre todo, cuanto en ella tiene lugar. La experiencia urbana, como una voz polifónica es la que va escribiendo un texto sobre la ciudad. Un texto situado, temporal y local.
El espacio de la ciudad es el espacio privilegiado, el escenario al que han tenido lugar la mayor parte de las movilizaciones ciudadanas. Es a la ciudad donde se hace visible la protesta, la denuncia. El espacio urbano pasa a ser entonces campo social, arena política en la que el conflicto de intereses y los procesos de diálogo sobre éste tienen lugar.
La ciudad es un escenario privilegiado para la acción social colectiva. Es a la ciudad donde se han desarrollado o donde se han hecho visibles les nuevos movimientos sociales y donde los tejidos asociativos cristalizan de manera más evidente. Actualmente en la ciudad podemos identificar la creación de redes que conforman este tejido asociativo: desde las agrupaciones vecinales a los renombrados movimientos sociales urbanos. La ciudad pasa a ser un escenario social donde se visibiliza y se vive el conflicto.
La política de la representatividad resulta insuficiente. Hay que abrir por tanto espacios independientes en los que se pueda vivir la democracia sin intérpretes. Este es el espacio que definen los movimientos sociales. Constatada ya en varias ocasiones la trampa de la democracia representativa que se practica con los partidos políticos y los comicios electorales y, por otro lado, de la política clásica del consenso, hay que hacer un paso adelante hacia la constitución de espacios reales de visibilidad, de participación. Espacios públicos democráticos hechos por la ciudadanía, ganados cada día. Este debe ser el sentido de la calle. Y por tanto, frente a la afirmación que la calle ha muerto, se abren estos espacios fruto de la indignación, escenarios de recreación de los espacios públicos estatales o institucionales de los cuales la participación real ha sido desterrada por la burocratización y la representatividad. Son espacios definidos por la participación directa, por la confianza que se deposita en las personas y la valoración de las diferentes subjetividades como agentes válidos con capacidad para definir sus problemas y constituir así ciudadanía en permanente formación. Un espacio público en el que se desarrollan formas creativas, nuevas, frescas, de hacerse visibles, conformado por diferentes movimientos que construyen su proyecto de manera interactiva y transparente.
Este movimiento urbano lo constituyen diversas concrecciones: la reinvención del movimiento vecinal, las plataformas sectoriales, las redes creadas a partir de la problemática urbanística, los colectivos de jóvenes que se hacen presentes en la ciudad... En estas movilizaciones hay un proceso de reconstrucción de la ciudadanía desde el protagonismo, desde la posibilidad de entrar en diálogo con la ciudad, de participar.
Junto a estos colectivos, grupos sociales erigidos con un proyecto reivindicativo al mismo tiempo que constructivo, aparecen formas de movilización, de visibilidad puntual, temporal, efímera incluso; son las apropiaciones momentáneas de las calles por hacer visible lo que normalmente está oculto: performances, ocupaciones, comedores en la calle, manifestaciones simbólicas, inusuales, que despiertan la inquietud, la incomprensión. Que nos ponen delante un texto escrito en un lenguaje que desconocemos.
3. Poner en el centro la relación, una política de la vida humana
Es cierto que las movilizaciones emergentes en la ciudad, que las diferentes formas de asociación y de apropiación del espacio constituyen una forma de participación política. Es esta una política de tomar la palabra, de hacer ruido, de la visibilidad. Pero hay una política otra, una acción política sostenida por la relación humana. Es esta una forma otra de hacer ciudad, de dar significado a la calle, al barrio, a la casa. Es esta otra manera de hacer red. Una manera de poner en el centro de la mirada y de la acción la relación.
El feminismo de la diferencia nos trae experiencias de esta política otra en la ciudad. En su preocupación por el habitar, se han desarrollado proyectos de recuperación de la ciudad en Italia. Son las experiencias de la ciudad de Vecinas [1] y La Città Felice [2] respectivamente.
Una respuesta frente a un modelo de ciudad marcado por el crecimiento aislado entre las personas, el distanciamiento por la sensación de inseguridad creada. Una vida urbana, en consecuencia maracada por la inhospitalidad, la infelicidad. En lugar de la interacción entre las personas, las mediaciones son ahora institucionales, se ha sustituido el contacto con y entre las personas de la ciudad por las intervenciones profesionales. La proliferación de especialidades y competencias técnicas disuelven la práctica del cuidado entre vecinas y vecinos. Es por ello que estas experiencias se proponen repensar la ciudad, trayendo de nuevo a la planificación urbana el deseo y el amor por la ciudad, pero haciéndolo especialmente con la voz de las personas que viven allá, las voces que no se escuchan en los proyectos urbanísticos de la política institucional.
Lo que estas experiencias ponen en el centro del cambio de la ciudad es la relación. Recuperar el sentido de las relaciones de vecindad y devolver a la ciudad su sentido de espacio público y político donde se vive al lado de otras personas. La práctica de vecindad, dice Alessandra Perini, es una práctica social de relación por la que nos hacemos responsables de la vida civil, de la vida en la ciudad, partícipes y protagonistas de lo que ocurre y de lo que ocurre a otras que viven con nosotras. Esta práctica tiene un origen femenino y se fundamenta en la solidaridad y en la cultura del cuidado, en el reconocimiento del otro o de la otra. La experiencia de Vecinas muestra que es posible recuperar la relación y ponerla en el centro de todo, establecer vínculos de confianza a través de formas concretas de intercambio. Las mujeres que sostienen este proyecto parten de la certeza de que una ciudad mejora cuando se favorecen las relaciones pero especialmente si estas reconocen la diferencia entre hombres y mujeres y lo que eso lleva a la relación y al estar en común. Las relaciones de vecindad favorecen la creación de redes sociales basadas en la solidaridad y, además, representan una provocación creativa a la separación entre las personas en un territorio. Contra esta separación, las relaciones de vecindad lo hacen familiar, próximo y propio. Devolverle a la ciudad su sentido de comunidad, de espacio público y relacional implica en primer lugar, reconocer la diferencia y hacer de ésta un proyecto de crecimiento y no de desigualdad. La diferencia y la diversidad se hacen visibles. En segundo lugar, la ciudad debe ser un espacio donde se escuche la voz de las mujeres y hombres que la habitan. Y, finalmente, la ciudad tiene que ser un espacio de intercambio y de diálogo; de relación entre estas voces desde relaciones de autoridad.
“Proteger a la ciudad de lo feo y de la degradación significa apostar por un nivel más elevado de las relaciones, escuchar a sus habitantes, hombres y mujeres, cultivar la alegría común empezando desde los gestos simples, elementales, pero cargados de una fuerza simbólica como pueden ser mirarse a la cara, sonreirse y no tener mucha prisa a la hora de cerrar la puerta” (Perini, Alessandra; 2004: 32).
La ciudad feliz en Catania es una nueva lectura de la ciudad desde la relación, desde las vivencias de las personas; hombres y mujeres, que la han habitado y que la habitan. La ciudad se vuelve a dibujar desde la recuperación de las figuras femeninas del pasado, desde la obertura de nuevos itinerarios, desde la revisión de las arquitecturas urbans. Se repiensa la ciudad desde el deseo y el amor hacia ella por mujeres y hombres diferentes, que la quieren habitar de una manera más feliz. Abrir un espacio de diálogo sobre la ciudad ha permitido por una parte, apropiarse de ésta y de la política sobre ella tomando consciencia y formándose a la vez sobre cuestiones urbanas. Anna Di Salvo encuentra especialmente importante en esta experiencia el haber trascendido la lógica de la reivindicación y el chantage o de la salvación, ha conseguido desde la práctica de la relación el reconocimiento hacia el proyecto de ciudad feliz. Esto ha permitido establecer vínculos con otras experiencias como las de Vecinas y también que el ánsia de habitar una ciudad feliz pueda hablar más allá del territorio de la ciudad concreta de Catania.
Desde la creación de la Città Felice, en 1993, se ha ido tejiendo una red de vínculos significativos entre mujeres y también hombres, entre diferentes ámbitos y planos, entre diferentes colectivos. Ello permite estar en permanente diálogo con lo que pasa en la ciudad y en el mundo. Un diàlogo permanente con el presente que es importante para poder acompañar la realidad. No es ésta una política que se proyecta sobre el tiempo, no es un proyecto político pensado sobre la ciudad. Pensar sobre la ciudad es pensar de forma desarraigada. Se trata de recoger lo que la política de las mujeres ha aportado al movimiento: acompañar la realidad para crear desde ella. Acompañar la realidad sin violentar, un acompañar que vive el presente sin negarlo en nombre del futuro. Y es en este presente, en este estar que crea:
“En cambio cuando la acción se considera un proceso en el que ocurre algo vital entre nosotras y el mundo, entonces la acción misma se convierte en el centro simbólico de de lo real. (...) el tiempo de la acción que es juego libre, tiene la plenitud de lo que ocurre en el presente”
Estas palabras de Chiara Zamboni (2004) sobre la política de las mujeres ilumina la práctica política de la diferencia en la ciudad. Entender que la ciudad se crea, que las redes se crean desde el presente y en diálogo es apostar por una práctica de la presencia, de la relación. La ciudad feliz se propone crear desde este diálogo permanente, desde la relación, desde la escucha atenta del deseo de mujeres y hombres y desde una preocupación por el habitar. Crear un proyecto que no sea sobre la ciudad, sino desde la ciudad:
Con las mujeres y hombres con los que construyo la Ciudad Feliz, planteamos nuestro trabajo en la ciudad, con modalidades originales y operaciones simbólicas dirigidas a provocar consecuencias, atentas a no correr el riesgo de que todo sea interpretado como un nivel de intervenció “confeccionado” sobre la ciudad, o como un proyecto de carácter social: sabiendo que la diferencia de una ciudad se hace visible sólo cuando piensa y actúa en ella la fuerza generadora de la relación. (Anna Di Salvo, 2002).
Con la certeza de querer ser ciudad, se habla desde ésta y para ésta, llevando el trabajo civilizador de la casa al espacio de la calle.
Lo que nos aportan estas experiencias es un espacio de creación entre mujeres y hombres del espacio de la ciudad, un repensar el habitar la ciudad, su política, su práctica, su organización, su gestión. Pensando en la ciudad desde el amor y el cuidado, poniendo en el centro la ralción, acompañando el presente.
Y es desde este cuidado del deseo y del sentido que desde la Ciudad Feliz se participa en el espacio más visible de las publicaciones, de la calle.
4. Buscar la relación educativa en la ciudad, una propuesta de movimiento
Inspirada en estas experiencias de hacer ciudad desde la relación vuelvo a mirar a la ciudad, a su mapa educativo: un conjunto de recursos culturales, sociales y educativos que incluyen centros cívicos, bibliotecas, escuelas, asociaciones… Una vez más este mapa nos ofrece una fotografía fija. Así que miro hacia los barrios, hacia la vida en los barrios, y allá encuentro estas relaciones que hacen comunidad.
Además de los recursos estables, y si miramos un poco más en un ejercicio de espigar como el de Agnès Varda (2000) en su documental, podemos ver que hay otros recursos que son menos visibles, menos ruidosos, son redes creadas entre mujeres y hombres que apuestan por otra forma de vivir y hacer en los barrios de las ciudades que habitamos. Son redes pequeñas, pero redes de cuidado, de atención. Son otras maneras de vivir el tiempo, más tranquila, menos precipitada.
Somos educadoras, trabajamos pensando en y desde la educación y es por esto que lo que busco en estas prácticas son las relaciones que son políticas y que son relaciones educativas. Buscar estas prácticas me compromete con otra mirada, como la de Agnès Varda, una mirada que mira más allá de las protestas sociales y se fija en la relación humana que sostiene. Necesariamente, nosotras como educadoras tenemos que mirar de otra manera para ver que en estas prácticas hay acción educativa y construcción de ciudadania, hay creación política y hay hacer ciudad. Mirar de otra manera quizás signifique mirar desde otro lugar.
En este movimiento, mirando desde este lugar otro encontramos educadoras concretas, singulares, con experiencias concretas y singulares que nos dan clave y sentido para pensar esta otra manera de hacer ciudad, de hacer educación en la ciudad, esta otra manera de hacer política en la ciudad desde lo cotidiano, desde el cuidado silencioso, desde el ponerse en relación sin hacer mucho ruido.
Bibliografia
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VARDA, Agnès (2000) Les Glaneurs et la glaneuse. França
[1] A partir de un texto de Alessandra Perini. El texto forma parte de un compendio al cuidado de Annarosa Buterelli, Luisa Muraro y Liliana Rampello (2004) Dosmil y una mujeres que cambian Italia. El libro recoge así la aportación de las mujeres y la práctica del feminismo de la diferencia sexual en los ámbitos de la ciudad, el trabajo, la educación, la ciencia y la justicia.
[2] Del texto Una ciudad feliz de Anna di Salvo de la misma obra citada.
Traducción: Ana Ruiz Abascal y Loris Viviani