Existen cosas mejores que lanzar tuercas
- Di Vita Cosentino e Alessio Miceli
- n. 8 • 2010 • Instituto Paulo Freire de España
- Visto: 5370
Existen cosas mejores que lanzar tuercas
De Vita Cosentino y Alessio Miceli
El primero de septiembre las escuelas vuelven a abrir. Éste es, normalmente, un día de fiesta, los maestros vuelven a verse con las caras morenas y las sonrisas, todavía no estiradas por el estrés... Pero este año no, es el día del desconcierto. Con un golpe de mano de la neo-ministra Mariastella Gelmini, entran en vigor en la escuela primaria, con un decreto ley, las nuevas normas: el “maestro único”, el retorno a la nota de conducta y el delantal. Todo perfectamente en línea con el recorte de ciento treinta mil maestros previstos por la ley económica Tremonti. En los periódicos, excluyendo a algunos, se habla poco de esto y la “izquierda” tartamudea. El clima es pesado y parece que ya no haya energías que gastar en la lucha. La escuela Iqbal Masih de Roma llama a un encuentro y acuden todas, maestras y dirigentes. Luego otra, después otra más y cien más. Por todas partes las maestras se ponen en movimiento. En muy poco tiempo mujeres comunes, las maestras, se vuelven mujeres políticas. Empiezan a tomar públicamente la palabra, que es el corazón de la política. Después, mucho más se pone en marcha.
En Milán, una vieja feminista de la autoriforma y un joven maestro de las escuelas superiores acuden al primer y titubante encuentro del movimiento en la ciudad. Estos dos, Vita y Alessio, somos los que estamos escribiendo y queremos, a dos voces, volver a repasar algunos momentos y proponer una serie de cuestiones para la actualidad.
Vita. Lo que ha acontecido tiene una gran relevancia política, sobre todo en un momento donde las categorías tradicionales están implicadas en una crisis irreversible y la “izquierda” se ha vuelto inconsistente. Ha emergido una nueva subjetividad, la de las maestras. Ha abierto caminos. Han sido las primeras en crear un verdadero movimiento político.
Volviendo a esos meses intensos, en aquella primera reunión en Milán, me he sorprendido al percibir que nos encontrábamos, sin haberlo discutido, en una sintonía extraordinaria: definitivamente al lado de las maestras, para que se oyera su voz y se proyectara más allá de las usuales formas políticas del movimiento. Que yo me encontrara allí se daba por descontado: llevo años batiéndome para que se reconozca el valor de las maestras. Sin embargo, había un contraste evidente: las maestras estaban luchando, logrando crear un tejido social alrededor de las escuelas, pero en aquella ocasión callaban; hablaban casi exclusivamente docentes hombres de las escuelas superiores, con la cabeza vuelta hacia atrás. Yo no podía abrir un conflicto. ¿Pero, y tú? ¿Que fue lo que te impulsó?
Alessio. Simplemente me puse a escuchar. Participé en las asambleas públicas, como aquella en la escuela primaria al lado de mi casa, y sentí el habla de algunas de las maestras. Por ejemplo, la maestra Mariuccia, con un centenar de padres, que en un cuarto de hora llegó al corazón de su experiencia. Habló de la centralidad de l@s niñ@s, a través de las distintas actividades de estudio, de laboratorio y de juego. Desveló “el misterio pedagógico” de las 3 maestras para dos clases, incomprensible para los demás, como el grupo necesario para ampliar los conocimientos y compartir las experiencias, oponiéndose a la idea de la maestra sola y sabelotodo con 27 niñ@s de perfiles muy diferentes. Comparó entonces su trabajo actual con la miseria del proyecto gubernamental de mañana. En ese relato latía la fuerza de algunas de aquellas mujeres que habían querido aquella escuela, a la que calificaron de excelencia a nivel mundial. En ese relato se puede reconocer una cultura de la vida y de la infancia que es también cultura del trabajo: cómo establecer relaciones, cómo incluir y promocionar el crecimiento, cómo lograr el bienestar con l@s niñ@s. El relato de una escuela surgida desde abajo, en la ciudad con el más alto porcentaje de trabajo femenino, respetando también las exigencias que comporta la jornada completa. Una escuela de aquellas mujeres portadoras de aquella cultura, no de todas, y que, desafortunadamente, no es representativa de un proyecto social compartido en Italia, como demuestran la velocidad y la indiferencia con la que se la quiere destruir.
Me ha impactado, en las asambleas públicas en Milán desde septiembre de 2008, la relación entre las maestras y la jerga de la lucha. De hecho las maestras no hablaban, lo que se escuchaba era la rabia hacia los recortes y la precariedad del trabajo y el lenguaje que se utilizaba era todo masculino y muy bélico, se hablaba de “lucha, presidios, bloques de carreteras, efecto bomba” y después de “eventos”...
Fue la confrontación entre estas dos formas y mundos del lenguaje y de las relaciones, lo que me empujó a tomar la palabra en la asamblea, buscando ese gesto “disruptivo”, de los que pueden desatascar una situación, abriendo nuevas posibilidades de desarrollo. Dije que “también se hubiera podido ir a lanzar tuercas”, que entendía aquellos sentimientos, pero que había oído otros relatos sobre la escuela, contados por algunas de las maestras a las familias. Y que toda la sociedad podía reconocer en esos relatos la relación con l@s propi@s niñ@s. Y, finalmente, que el Gobierno y el sistema mediático, sobre todo, no habrían escuchado otra cosa que no fuera una convulsión del cuerpo social, una pérdida directa del consenso de las familias. Además, el hecho de que fuera un hombre el que señalaba la expresión política de las maestras como preferente, puede que resultara eficaz en unas asambleas decididamente masculinas.
Vita. Sí, yo creo que tu gesto ha sido de efectiva disrupción y que las dinámicas en el movimiento están cambiando. Se percibe en muchos detalles, pequeños y grandes, como la redacción de “La palabra a las maestras” que Maria Cristina Mecenero ha colgado en la página Web de ReteScuole, para animar a las compañeras a escribir y publicar sus intervenciones y sus experiencias (como escribe en el último número de Via Dogana). Se ha creado sobre todo una nueva y distinta atención hacia lo que algunas maestras piensan, dicen y hacen.
Además, creo que ha contribuido mucho a este proceso la película-documental El amor que no olvido, de Manuela Vigorita y Daniela Ughetta. La librería de las Mujeres de Milán lo ha sacado a la venta y les han llegado pedidos de toda Italia. Ha sido proyectado - y lo sigue siendo - en muchísimas escuelas y lugares públicos, animando las noches con discusiones muy intensas. Acudí a numerosas presentaciones y siempre me sorprendía viendo la potencia de lo simbólico, cómo sabe hacer florecer el pensamiento y la inteligencia política. La película, retratando a las maestras con todo el valor que tienen, activa su deseo de estar presentes y de hablar. No debemos infravalorar el hecho de que el conflicto se da también, y mucho, en el plano de la representación de la realidad. Tenemos a nuestra disposición la potencia de la palabra. Cuando ésta permanece cerca de realidad y toca algo verdadero, corre de boca en boca y crea un tejido relacional que desata energías. Nadie nos la puede quitar, pero comporta una lucha. El Gobierno, por su parte, tiene la potencia amplificadora de la televisión y de buena parte de la prensa, además de sofisticadas técnicas publicitarias manipuladoras de la palabra. No puedo olvidar “el gran bluff” de diciembre, cuando hicieron creer que la imposición del “maestro único” había sido retirada. Ahora que nos han llegado las nuevas reglamentaciones sabemos que la historia ha sido otra.
Alessio. Pero yo no puedo hablar sólo de mi experiencia y, además, tengo mucha consideración a todo el recorrido de crecimiento de l@s chic@s. Si comparara mi contexto con el relatado por las maestras en movimiento, estaría bastante de acuerdo con Giannina Longobardi, cuando dice que la escuela superior “no es defendible a causa de su estado”. En su ultima relación a Diotima, Orden de Servicio, Giannina argumenta con lucidez y pasión la parábola decadente en acto: la desinversión en la escuela disfrazada de autonomía escolar; la tendencia a la mercantilización y al control jerárquico (con nuevas relaciones de trabajo y órganos colegiales); la reducción de los espacios y de los tiempos de relación entre docentes; la creciente brecha hacia el malestar de los adolescentes, sobretodo el de los chicos... Se podrían añadir también los altos “índices de dispersión”, o sea, el 30% de adolescentes que abandonan la escuela (o, mejor dicho, son abandonados por ella) antes de los 18 años; la ambivalencia hacia la integración de l@s chic@s migrantes y la creciente distancia entre escuela superior y cultura del trabajo.
Es un cuadro oscuro, que me hace pensar en la diferencia de adquisiciones entre los diversos órdenes de escuela y, más a la raíz, en la extendida falta de voluntad política, de un proyecto orgánico de escuela que sepa responder de forma inclusiva a la fragmentación de esta sociedad. Es como si algunas maestras hubiesen querido y realizado la escuela que hoy conocemos a pesar de la sociedad en la que vivimos, mientras que otros órdenes de escuela no quisieron.
Por este motivo quiero poner en circulación las energías, y las palabras para expresarlas, que también encontré en la escuela superior. Una palabra clave sigue siendo para mí la autoriforma, que yo conocí como asunción subjetiva de cada cuestión vivida en la escuela y, después, como restitución al público de nuestras experiencias entre docentes, chic@s, padres y distintas realidades en el territorio. O sea, la escuela como lugar de continua construcción de la comunidad. Otra palabra, que para mí es importante y tomo prestada de mi amigo y compañero Maurizio Giannangeli, es la pluralidad en el interior de todo el sistema escolar. La idea, que aquí no argumentaré, es que las diversas formas de hacer escuela pueden convivir en lugar de conducir a la reciproca devaluación y a la sucesiva parálisis. Y, finalmente, el marco de la instrucción como bien común, abierto a tod@s, podría recoger aquellos significados que, hoy en día, la escuela ya no logra (y puede que no quiera lo suficiente) garantizar en su conjunto.
Vita. Tienes razón en proponer la autoriforma. Otros también han tenido esa misma idea. En este momento yo encuentro dos direcciones posibles que podemos recorrer para intentar ganar un partido difícil. Como bien saben las maestras más avispadas, lo que hay en juego es mucho y tiene que ver con el sentido mismo de la civilización en nuestro país. Y con lo que las mujeres aportan a éste. Sobre todo en tiempos de crisis económica, cuando es mejor concentrarse en lo esencial. El desenlace reside en que la parte masculina reconozca que la calidad actual de la escuela primaria ha sido creada/inventada por las maestras, por las mujeres. En el movimiento, en Milán, se empieza a tener esa conciencia. En un texto que circula por internet, “Ranas Cocidas”, Michele Corsi dice: “Esperamos que en algún momento alguien escriba que el mejor modelo pedagógico que Italia haya conocido nunca, la escuela a jornada completa, ha sido inventado fuera de los cursos universitarios, por las maestras diplomadas, y por ellas ha sido desarrollado y enriquecido, y por ellas ha sido defendido heroicamente con uñas y dientes”. Hoy para ser maestra hay que ir a la universidad, y Michele sigue: “A ver con qué cara, especie de barones cocidos, enseñareis a las nuevas generaciones de docentes cómo se trabaja en la escuela con l@s niñ@s”. Derivar las consecuencias de esta nueva conciencia vuelve a poner en discusión mucho de lo que comúnmente se piensa y se cree.
El otro nudo político es que no se pueden dejar solas a las maestras: siempre son necesarias nuevas mediaciones si lo que se quiere es cuidar este tesoro creado por ellas para toda la sociedad. En este movimiento existe también un amarga conciencia, como cuando en internet, Simonetta Salacone, Dirigente de la escuela Iqbal Masih pregunta: “¿Existen todavía, en este país tan pobre de esperanzas y de atención a las temáticas esenciales para la vida civil, alguien entre los intelectuales, los cronistas, los maitre à penser que pueda percibir la gravedad de lo que se está haciendo para el futuro de l@s niñ@s, de la cultura, de la sociedad?”
Es sobre eso que ahora las maestras en movimiento quieren ser escuchadas.
Desde Via Dogana 88, marzo de 2009
Traducción: Ana Ruiz y Loris Viviani