Rizomas 6. Meta-Transdisciplinariedad y educación
- Instituto Paulo Freire de España
- n. 6 • 2010
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Rizomas 6. Meta-Transdisciplinariedad y educación
“Es en mi disponibilidad permanente a la vida a la que me entrego de cuerpo entero, pensar crítico, emoción, curiosidad, deseo, es así como voy aprendiendo a ser yo mismo en mi relación con mi contrario. Y mientras más me entrego a la experiencia de lidiar sin miedo, sin prejuicio, con las diferencias, tanto más me conozco y construyo mi perfil…»
(FREIRE, P.; 1997: 129).
Algunos interrogantes sobre los modelos educativos, formativos e investigadores actuales
En este mundo globalizado nos toca vivir un periodo importante de Reformas Educativas, vinculadas éstas (al igual que en otras etapas históricas), a reordenaciones económicas, políticas y socio-culturales. Estas reordenaciones vienen acompañadas en nuestra cotidianidad de amplias posibilidades y alternativas (educativas, profesionales, personales, amorosas, espirituales, etc.) que las personas tenemos que elegir. Al mismo tiempo estas elecciones nos llevan a cuestiones a los que las personas y las sociedades debemos enfrentarnos.
Por tanto es fundamental que dichas Reformas Educativas, se planteen cambios profundos con respecto a los modelos educativos y formativos que tenemos actualmente. Pues gran parte de estos modelos educativos y formativos que desarrollamos aún a nivel institucional, quedan muy alejados de la esencia y el escenario de la vida y la preparación para vivirla. Estos modelos son instruccionales e instructivos, es decir, que raramente se plantean desarrollar de manera compleja una formación de la vida, desde la vida y para la vida, (Morin, 1980), holística y dinámica en un continuo devenir. Son modelos en los que esencialmente se rompe el vínculo entre el discurso y la acción, desde los que difícilmente se religan los diversos niveles de realidad, es decir, lo (inter) personal, social, grupal e institucional.
Son modelos educativos que esencialmente responden a modelos de ciencias aplicadas pero que apenas contemplan modelos donde se articulen prácticas académicas, reflexivas y profesionales desde las que se integren las vivencias, sigue primando el consumo de saber frente a la producción y experimentación de diversidad de saberes. Las formaciones de los profesionales prácticos y reflexivos es algo que aún dista mucho de nuestras realidades educativas institucionalizadas.
Las dinámicas económicas, tecnológicas, políticas, sociales y culturales nos exigen la urgencia de generar actitudes y aptitudes de comprensión globales e integradoras para enfrentar lo inédito viable que nos planteaba Freire. Son retos que requieren de reformas profundas en los sistemas educativos en este siglo XXI.
Por ello es que nos cuestionamos: ¿Las personas en formación o la formación de las personas?, ¿Qué formación?, ¿Quién forma a los formadores? ¿Desde qué planteamientos educativos? ¿Cómo llegar a concebir y poner en práctica la profesión, el oficio o la ciencia tomando conciencia de no separar naturaleza, sociedad, cultura, conocimiento? ¿Una formación que amplía los horizontes de la institución se sigue quedando al margen de ésta? ¿Las respuestas a los deseos, intereses y necesidades vitales se siguen quedando al margen de una formación institucional?
Si partimos de la idea de que estos retos no los podemos desligar de los planteamientos transdisciplinares y desde una perspectiva de la complejidad, nos planeamos: ¿Cómo despegarse de los paradigmas heredados para recrear desde otras ópticas? ¿Cómo llevar a la práctica y trabajar desde acciones que integren la transdisciplinariedad y la complejidad? ¿Cómo operativizar los procesos generados a la luz de la transdisciplinariedad o la complejidad? ¿Qué estrategias buscar para dejar constancia de los procesos de análisis y reflexión sobre las prácticas que dejen constancia de las experiencias? ¿Cómo generar redes de co/cre-acción y co/onstrucción de conocimientos para compartir, colectivizar y sobre todo religar aprendizajes, vivencias, experiencias, estrategias, etc.? ¿Cómo hacer análisis de lo que ocurre al interior de dichas redes de co/cre-acción y co/construcción de conocimientos?
Y si la educación no funciona porque tenemos un sistema educativo que prioriza la formación de especialistas, habría que apostar por recuperar prácticas y recrear otras que apunten a una ciencia que toque el corazón de las personas para convertirnos en ciudadanos de un mundo globalizado.
El S-XXI nos plantea retos y oportunidades de aprendizaje transdisciplinar
Es a través de la transdisciplinariedad como se nos plantea un gran reto y oportunidad de aprendizaje desde el diálogo y la religación de diversas disciplinas entre sí y todas estas a su vez con la vida. Se pretende dar cabida a la apertura e inclusión dialógica en un continuo devenir, donde el conocimiento desde las diversas disciplinas deje lugar a la valoración de los límites, las complejidades, las complementariedades y posibilidades de interacción y/o religación de las diversas prácticas, dejando lugar a la sabiduría de la diferencia de visiones, experiencias y conocimientos.
Son los conocimientos académicos los que seguimos priorizando frente otras fuentes y prácticas de conocimientos desde las que se apuesta por romper con los límites que jerarquizan y cuadriculan el conocimiento para acercarlo a la vivencia, a la experiencia, a la cotidianidad, a través de procesos de auto y hetero/reflexión, auto y hetero/formativos, procesos de apertura, de diálogo, de auto/reflexión, de acción, de apropiación y profundización en los diversos saberes (teóricos, experienciales, existenciales, prácticos u otros) que a lo largo de la vida de modo vivencial y práxico vamos incorporando. Son procesos que necesitan espacios y colectivos para producirse, pues es en interacción como las personas aprendemos no sólo de los demás sino esencialmente a conocernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea.
Los inicios de la perspectiva transdisciplinar
A partir de la década de los 90, es cuando empiezan a tomar auge la perspectiva transdisciplinar, constituyéndose ésta como necesaria para dar respuestas a la complejidad del mundo en el que vivimos.
La transdisciplinariedad es entendida como una forma de concebir, analizar y actuar en la realidad que nos rodea, religando el conocimiento y la experiencia a la vida. Desde dicha concepción, se trata de dar respuestas a las problemáticas sociales que requieren diversas praxis, integrando una visión más amplia y global de la relación “humanidad-naturaleza”, más allá de considerar que las disciplinas que estudian dicha relación sean separadas por métodos específicos, o más allá de pretender la unificación de ciencias en un pseudosincretismo uniformizante.
Fundamentos de la perspectiva transdisciplinar
Dicha transdisciplinariedad ha sido fundada sobre los principios gnoseológicos del pensamiento complejo, tratando así de avanzar sobre los debates y discusiones pluri o inter disciplinares. Algunos planteamientos que se pueden situar en un pensamiento de la complejidad, y que nos han llevado a comprender unas concepciones epistemológicas, ontológicas, etc. desde esta perspectiva, han sido los de: Bateson, Foerster, Heisenberg, Göel, Kunh, Maruyama, Nicolescu, Prigogine o Shannon, entre otros.
Estos autores han contribuido al conocimiento desde diversas perspectivas, pero en el caso que ahora nos ocupa, rescatamos a Nicolescu, que es uno de los más importantes defensores de la transdisciplinariedad. Este autor se plantea generar un marco de pensamiento que integre análisis científicos, sociales, culturales y espirituales, con la finalidad no sólo de comprender el mundo presente sino también la modelización de su evolución. Para él la palabra transdisciplinariedad es derivada de la interdisciplinariedad (Nicolescu, 1993), pero diferenciada de ésta.
Así es como desde hace unos años, el término “transdisciplinariedad” se asocia a la formación, a distintos niveles, ya sea para referirse a una transdisciplinariedad socio-interactiva, reflexiva, paradigmática (Paul y Pineau, 2005) o una mirada educativa ecoformativa (De la Torre, 2006), etc. Todo ello nos lleva a comprender que el conocimiento científico, cultural, social o espiritual comporten: complejidad, hibricidad, reflexividad, heterogeneidad, no linealidad, transdisciplinariedad, etc.
Por tanto, dicho conocimiento se integra más allá de lo puramente disciplinar o interdisciplinar, ya que es la transdisciplinariedad a través de la cual se apunta a dar sentido a la emergencia de las estructuras teóricas, metodológicas, prácticas e investigadoras actuales. Es re-conociendo y manifestando los límites de cada disciplina como nos aproximamos más a la transdisciplinariedad y a la complejidad de las diferentes realidades a las que nos exponemos cada día.
La ciencia y la perspectiva meta-transdisciplinar
Basándonos en los planteamientos de Morin, especialmente, entendemos que una ciencia comprendida desde esta perspectiva meta-transdisciplinar ha de apuntar a constituirse como una ciencia que nos ayude a vivir de otro modo o a sobrevivir en un mundo complejo. Es aquella que pueda preparar a las personas para una vida con sentido cósmico-cultural, el cual emerge espontáneamente en la vida natural de las mismas. Esta ciencia ha de concebirse como aquella que integra los conocimientos, en los que se cimenta tanto el error como la certeza o exactitud. Dicha ciencia ha de comprenderse desde una racionalidad que integra distintas mediaciones para que el objeto de estudio pueda ser clarificado. Vinculando de este modo diversos conocimientos y saberes que provienen del arte, la literatura, la poesía, la meditación u otras formas distintas de construir el mundo a través de hilos conductores que permitan una comprensión de la condición humana desde el amor. Desarrollando así una cultura del ser, una ética de comprensión humana desde la incertidumbre humana. Una ciencia que apunte a que las personas encajen los eventos de su vida y del mundo en un contexto, en una historia que ayude a la reconciliación e integración de la vida. Lo cual no es fácil de conseguir, requiere retos importantes.
Relación objeto-sujeto desde la meta-transdisciplinariedad
La perspectiva meta-transdisciplinaria requiere saberes creados y construidos desde un planteamiento dialógico, de acción, experiencia y teorización que se religan, entremezclan y mutuamente ayudan a la interrogación para la recreación y reconstrucción. Es desde esta perspectiva desde la que hacemos emerger una producción de sentido, que se da cuando podemos comprender y entreverar desde varios ángulos una situación, una problemática. La implicación de un sujeto complejo en ese acto cognitivo está siempre presente si se pretende conseguir un trabajo creador y generador de sentido de vida.
La meta-transdisciplinariedad posibilita desde las ciencias humanas y sociales, esencialmente, aunque también desde la biología, la física cuántica u otras ciencias y experiencias, generar una apertura en cuanto a la relación mantenida entre el objeto y el sujeto en el universo que lo contiene. Ello implica el reconocimiento de la persona implicada en el acto cognitivo, un sujeto en formación permanente y en transformación a lo largo de su vida, “inscribiéndose en un dinamismo cognitivo complejo, incluyendo tanto la sensación, la experiencia, la imaginación o la intuición como la razón” (Paul, 2005: 6). Un mundo ligado a la intercomprehensión de la experiencia vivenciada.
Religar conocimientos meta-transdisciplinarmente para reescribir nuestra vida y nuestro mundo en devenir
Es bajo el paraguas de la meta-transdisciplinariedad, desde el que se religan conocimientos (experienciales, intuitivos, imaginativos, la ecoformación, la antropoformación, el consciente e inconsciente, la sensibilidad poética u otros conocimientos), dando lugar a una apertura y comprensión de la evolución tanto singular como universal que nos contiene a las personas y a la que constantemente contribuimos.
Por tanto, la acción, la teoría y la experiencia quedan religadas rizomáticamente en saberes, saberes - haceres y saber ser, que acompañarán la emergencia y la producción de sentido en tanto que diferentes fuentes de saber que constituyen las investigaciones que apuntan a dar respuestas a las situaciones socio-culturales-económicas-educativas actuales.
Posicionarse meta-transdisciplinarmente, implica la creación de bucles que se inscriban en el corazón de la concientización, de la abstracción-concreción y de la aproximación práctica, que apunten a religar la imaginación y la creación, lo singular y universal, generándose distintos niveles de realidad. También implica, apuntar hacia una auto-hetero y ecoformación (Pineau, 2000), para dar cabida a una construcción identitaria y social desde distintos niveles de realidad que permitan el desarrollo de toda persona.
Una persona que se inscriba en modelos formativos y/o educativos que le ayuden a tomar conciencia de su configuración identitaria y existencial. Apuntan a ello, entre otros, autores: Barbier (1990) con su enfoque de Análisis Transversal y la Investigación-Acción Existencial, así como Josso (1991, 2001) y Pineau (1983, 2005), desde el enfoque de formación/investigación autobiográfico, quienes plantean modelos educativos que aluden a la transformación existencial/social de la persona en su proceso metamorfósico desde la hetero/formación/nomía a la auto/formación/nomía; así como el modelo investigador/formativo autobiográfico de López Górriz (2007, 2008), que es un modelo inscrito en la meta-transdisciplinariedad, desde la que apunta a una nueva restructuración y reconstrucción de la persona, estudiando para ello dimensiones: experienciales, introspectivas, emocionales, existenciales, psicosociales, relacionales, investigadoras cognitivas, comunicativas narrativas, etc.
Y algunas experiencias desde esta perspectiva meta-transdisciplinaria, que conlleva concebir a la educación como un fenómeno integral, son las llevadas a cabo por Francisco Gutiérrez y diversos equipos: “Núcleo Generador como práctica pedagógica nace durante el curso del Lenguaje Total en Oaxtepec (México); el Texto Paralelo como forma de expresión de lo aprendido; la Mediación Pedagógica, la promoción del aprendizaje es la primera regla de oro del proceso educativo; el Doctorado en Educación.”
Todo ello apunta a: “la reconstrucción de sí mismo, pues, en la medida en que el proceso se va desarrollando de manera dialéctica entre la desestructuración y la reestructuración, se produce una remodelación de sí mismo, se genera una gran fortaleza del autos frente al heteros, y se alcanza una importante consolidación de la persona. Por lo que consideramos que es un modelo que recoge desde lo más íntimo, existencial, hasta lo más teórico y conceptual, pasando por lo investigador y lo social. Entendemos que es un modelo de una importante proyección presente y futura.” (López Górriz, 2008).
Estos y otros modelos formativos, educativos e investigadores son puestos en marcha desde la transdisciplinariedad, y son presentes también hoy en nuestras prácticas educativas, construyendo unas relaciones abiertas y rizomáticas entre meta-transdisciplinariedad y educación. Lo que nos posibilita realmente un nuevo juego y lugar para los procesos educativos y, en ellos, para las nuevas funciones y roles de las personas educadoras y de las educandas, atravesados por el vector ético y político que coimplica, y complica, toda acción auto/formadora en la medida en que es siempre, por parte de la mujer y del hombre, un abrirse a las otras y a los otros y abrirse al mundo, dialógicamente, en un movimiento perenne de autonomía y libertad, en la vida y en la historia, desde el cual transforma su vida, reescribiéndola, y con ella el mundo y las condiciones que lo hacen posible.