La creación social. De los laboratorios de la experiencia a los caminos de una hipótesis teórica
- Antonia De Vita
- n. 7 • 2010
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La creación social. De los laboratorios de la experiencia a los caminos de una hipótesis teórica
Antonia De Vita
1. Para una pedagogía de la creación social [1]
Desde hace varios años me ocupo de los procesos educativos y autoeducativos, formativos y autoformativos como investigadora en la universidad y desde hace algo más de tiempo frecuento contextos de hombres y mujeres adultos que en su propio ámbito laboral tratan de acompañar los cambios de la vida organizativa y de los recorridos existenciales sin renunciar a ser sujetos ni a su propio protagonismo. Nace de aquí el interés por privilegiar en mis investigaciones las dimensiones de la educación y la formación, acompañada y solicitada de lo que percibo, junto con otros y otras, como una exigencia de reabrir preguntas educativas y políticas radicales que sepan destacar la importancia de las relaciones y de los contextos para educar a pequeños y grandes con modalidades inspiradas en la ganancia del ser y la capacidad de estar solos y con otros. Hay una preocupación pedagógica que se refiere a una educación eficaz para el tiempo presente caracterizado, entre otras cosas, por alteración de los paisajes habituales de las prácticas educativas y formativas. Los numerosos cambios que se han dado desde el punto de vista social y económico, podemos ahora reconocerlo, han dejado demasiado espacio simbólico a lo que llamamos la pedagogía del capital. El capitalismo se ha metido desde hace tiempo a hacer escuela en el terreno privilegiado de las ciencias de la educación: relaciones, contextos educativos y formativos, procesos de aprendizaje, etc. con el efecto de deslegitimizar y hacer a menudo inservible la potencia emanada de educar y formar a través de las relaciones educativas y los contextos adaptados a ellas. ¿Es posible crear y recrear un presente educativo? ¿Contextos eficaces para educar y formar, espacios y tiempos para las promesas educativas, para crecer en cualquier ciclo de nuestra vida? Ésta es la pregunta que mueve la investigación que entrelaza reflexión teórica y trabajo de campo.
Hace varios años haciendo formación en pequeñas empresas sociales con mujeres adultas [2], advertimos, junto a otras, la importancia de la creación de un contexto y la necesidad del cuidado de las condiciones que crean un contexto, que lo hacen eficaz para encaminar procesos educativos y formativos. Este descubrimiento, subjetivamente entendido, fue acompañado por la acuñación del término “creación social”, que inicialmente nos pareció una bella expresión e inmediatamente después se convirtió en el nombre de una hipótesis teórica a la cual dedicar años de investigación [3].
Creación social es el nombre de una hipótesis teórica nacida de la exigencia de decir de modo positivo y propositivo qué ocurre o puede ocurrir cuando las relaciones y los contextos llegan a expresar sus dimensiones creativas. Cuando las ideas encuentran una lengua y las formas para sustanciarse estamos en presencia de un pensamiento vivo que nace tocado y manchado por las situaciones y las contingencias en las cuales se dan. No se trata de creaciones ex nihilo las que me interesan, porque aquellas encuentran su inicio en algo que ya está y a través de la redisposición original con lo que falta combinan los elementos de forma generadora, creando algo que antes no había. Por creación social podemos entender aquella disposición simbólica, que encuentra una traducción concreta y práctica, en la cual los sujetos llegan a ser sujetos a pesar de la apropiación capitalista de los conocimientos a los que la pedagogía del capital nos ha habituado en los últimos decenios.
El interés por una pedagogía de la creación social nace de la necesidad de mostrar una pedagogía social en la que hay una difusión de prácticas y de contextos que activan y reactivan una economía de intercambio humano y simbólico, de palabras, bienes, gestos, que amplía y redispone de forma diferente las posiciones previstas del intercambio propuesto-impuesto por el libre mercado con el efecto de liberar el concepto de lo económico de la reducción capitalista. La creación social ofrece ejemplos contemporáneos de narraciones que encarnan en aquello que hacemos (estudiar, trabajar, participar) un sentido de lo económico en su raíz teológica, capaz de restituir un orden de las relaciones y del intercambio complejo y articulado donde pasiones, intereses, ganancia monetaria y extra monetaria, desinterés, se combinan de forma diferente y libremente, haciendo las relaciones y los contextos irreducibles al intercambio como lo ha entendido el utilitarismo y el economicismo.
2. De herederas a emprendedoras
Muchas creaciones sociales recorren nuestro tiempo y una de las formas mejores para reconocerlas y hacerlas brillar es ciertamente la narración: contar las historias que las han hecho historias creativas.
Intentaré por tanto narrar brevemente la trama que ha llevado a un núcleo de personas, mayoritariamente mujeres, ligadas por relaciones importantes desde el punto de vista humano y aún más significativas de una pasión política común, a entrelazar otras historias, con el efecto de dar vida a un tejido social que ha inspirado una hipótesis teórica.
Compañeras de estudios en la universidad de Verona, en aquella época una pequeña universidad de reciente constitución, vital y conocida gracias a la presencia de la comunidad filosófica Diotima, constituida por mujeres ocupadas en el pensamiento de la diferencia sexual; una apuesta por significar libremente el ser mujer y el ser hombre. Nos encontramos así: estudiantes ocupadas en diversos aspectos en torno al recorrido de las filósofas y pedagogas de la diferencia sexual. La presencia en la universidad de estas docentes hizo fructuosas y creativas no solo las relaciones con el pensamiento filosófico sino también las relaciones con las estudiantes. La universidad deviene, para una buena parte de las personas jóvenes que frecuentaban aquel contexto, un primer laboratorio. En aquel contexto las relaciones con las profesoras y con las/los compañeras/os de estudio eran algo necesario para vivir intensamente y políticamente la universidad, además de representar un primer y concreto ejercicio en la tarea de dejar constancia de nuestra experiencia personal. En aquellos años, de la iniciativa de dos docentes de Diotima partió la idea y la práctica de la uniformidad en la universidad, una experiencia que nos implicó mucho durante unos dos años y que nos enseñó que para vivir y mejorar un contexto (en aquel caso la universidad) no basta estar solo en la espera y en la reivindicación de reformas que vienen de lo alto porque gran parte de nuestro bienestar depende de cómo nos movemos en la base, depende de nosotros. Partir de lo que ya está a disposición antes de lo que nos falta, hacer emerger y valorar lo que ya funciona y no concentrarse en lo que no va bien, poner en el centro las relaciones para vivir y habitar una institución: son las principales enseñanzas teórico-prácticas que llegaron de aquel periodo y de aquella historia. Y ya una ganancia real: las relaciones que en aquellos dos años se crearon en torno a una idea de universidad.
Los estudios universitarios en este punto de la historia están casi al final y la necesidad de trabajar se hace urgente. La necesidad de obtener provecho y el deseo de no perder las ganancias venidas de aquella historia –relaciones, competencias para y en el contexto universitario- encuentran una primera composición creativa. Transformamos la asociación cultural Mimesis, que había acompañado nuestro recorrido universitario llenándolo de buen teatro y de miles iniciativas culturales y de tanta vitalidad y pasión compartida, en una empresa social. Con una idea de autoempleo, que entonces era más bien nueva, pasamos de la condición de estudiantes herederas de segunda generación del feminismo de la diferencia, a “emprendedoras”. La elección de la empresa social respondía a una idea de hacer empresa inspirada en una tradición de mutualidad cooperativa de ochocentista memoria, ritualizada por la nueva reorganización del welfare state que abría nuevos espacios entre estado y mercado.
Aprender a conjugar empresariado con pasión política es la apuesta que se nos abre. Aunque herederas de una práctica de relaciones junto al movimiento político de las mujeres estamos sin embargo ante una experiencia toda nueva que nos ve emprendedoras, mujeres jóvenes que intentan inventarse un trabajo y que tratan de hacer de esto una ocasión para continuar haciendo política juntas.
Es en este punto que nuestro laboratorio de experiencia pone nuevas condiciones que a su vez necesitan de nueva escucha y de nuevos pensamientos sobre la práctica de las relaciones así como se van reconfigurando en una dimensión trabajadora. Trabajar juntas es muy distinto de verse libremente para compartir experiencias de trabajo político en la universidad sin ningún vínculo formal, económico y organizativo. Trabajar y hacer política (libre y voluntariamente) son dos verbos que para conjugarse juntos necesitan de referencias diferentes que nacen de las condiciones de la situación presente. Qué significa entrelazar política y trabajo, amor por el mundo y beneficio, relaciones des-interesadas con relaciones de trabajo lo descubrimos día a día afrontando dificultades concretas y reflexiones sobre ellas en un cruce que ha permitido buscar y encontrar el sentido de las cosas que estábamos haciendo.
3. Un nuevo inicio: de la práctica de las relaciones electivas a la práctica del contexto
Hacer/ser empresa social es por tanto la apertura de un segundo laboratorio de experiencia que nos ciñe a medirnos con cuestiones impensadas: la necesidad de ganar dinero y aprender a gestionarlo, la organización del trabajo, tener que ver con relaciones y contactos que el contexto nos ofrece. Todo a conjugar con nuestro deseo de política. Es en este punto que tocamos y percibimos concretamente la dificultad de nuestra apuesta: hacer política la relación con el dinero y el trabajo es todo lo contrario de descuento y coger en mano, exige un recorrido teórico-práctico que parta de nosotras y que no podemos tomar prestado de las mujeres que nos han precedido, siendo cuestiones y dimensiones que la práctica de relaciones entre mujeres no había tratado todavía. La herencia muestra por tanto su límite cuando se trata de heredar prácticas; éstas, por su naturaleza, tienen necesidad de ser reinterpretadas en el contexto de referencia. Es necesario un nuevo inicio para quien quiere introducir el trabajo en las relaciones, tanto más si es trabajo de empresa. Un nuevo camino que permita mantener elementos de continuidad con la orientación recibida en herencia e introducir elementos de discontinuidad, en el que sepamos dar cuenta y restituir lo impensado que exige ser tematizado más que practicado.
La dimensión del trabajo y la necesidad de vivir de esto, abren para la práctica de las relaciones propuesta por el movimiento feminista nuevas contradicciones y preguntas. Los contextos de trabajo se convierten para nosotras en contextos políticos en los que las relaciones vienen puestas continuamente a prueba y en los que hay necesidad de entrecruzar relaciones en situaciones muy diversas y en contextos muy precisos. Es el descubrimiento del contexto, del con-texto, ese texto que escribimos con las otras y los otros que no hemos elegido pero con los que estamos, no obstante, comprometidos por roles, intereses laborales y pasión política. El contexto se hace por tanto un segundo actor; junto a las relaciones es otro elemento que entra en juego fuertemente y que inicialmente se presenta solo como un vinculo limitante porque constriñe a no poder perseguir la dimensión política en la medida de relaciones desinteresadas y como cuando se practica la política en una dimensión transversal a los contextos. Limitante porque a la no instrumentalidad de las relaciones electivas se opone su parcial “necesidad” y “oportunidad” dictada por la dimensión-trabajo. Es justo por fuerza del límite que el contexto pone e impone que se pueda “descubrir el contexto” en su enorme potencialidad y creatividad, descubrir que la condición es también una ocasión, que el límite no es solo limitante sino también potenciador. Descubrir lo mucho que el contexto pueda ser importante significa poner en marcha una practica del contexto que sabe sacar fruto de los elementos ambientales y sabe transformar las relaciones-interesadas de trabajo en relaciones-interesantes tanto para el trabajo como para la política. ¿Cómo? Transformando la falta de pureza y la presencia en ellas de un cierto grado de instrumentalidad (que es también apertura a muchos elementos ambientales) en relaciones entendidas como conexiones creativas [4]. No es un canto a la instrumentalidad sino sobretodo la activación de un proceso creativo que hace del interés en común que existe en los contextos, del juego de los roles profesionales y/o institucionales que se revisten, una posibilidad de conectar mundos, lenguajes, situaciones, vínculos y libertad de forma impensada y por tanto creativa. Transformar el vínculo y el límite en capacidad de crear conexiones, hacer por tanto del límite-limitante un límite-motivante.
La práctica del contexto permite por tanto resignificar parcialmente la práctica de las relaciones a la luz de la introducción de elementos “extraños” a la organización y el dinero y de aquel tejido de relaciones que, aunque no elegidas, pueden bajo ciertas condiciones ser no (solo) instrumentales sino también una ocasión para hacerlas “conexiones creativas”.
En las experiencias precedentes en la universidad, habíamos practicado las relaciones como “relaciones electivas”: ellas respondían a un escogerse sobre la base de una común sensibilidad e interés por la política; ahora las relaciones electivas, que nos habían transformado en empresa social, debían medirse con relaciones comunes de trabajo en contextos con sus reglas y sus costumbres, con diferentes culturas organizativas y lenguajes en los que sin perderse o alienarse llevar a la competencia de ligar y conectar creativamente.
Crear conexiones creativas es una modalidad que enriquece el contexto y que permite la modificación del existente y es la condición necesaria y concreta para hacer creación social. Hacer vivir las conexiones significa hacer que el contexto se enriquezca gracias a estas formas de ligadura cualificada de lo que hay en común.
4. Crear las condiciones: para re-crear el mundo en un contexto
¿En qué condiciones podemos practicar el contexto? Leer y escribir en el contexto que vivimos: ¿hace una practica? Dicho de otro modo: ¿cuándo el contexto se pone en movimiento y hace vivir las situaciones y las abre a su reinvención? Frecuentando el contexto universitario primero y el laboral después como una escuela, habíamos aprendido que se dan precondiciones para que se de la posibilidad de un despegue creativo. Una idea amplia de lo económico y un deseo de política son las condiciones que preceden la posibilidad de una combinación original entre la práctica de relaciones y la práctica del contexto. Hacer creativas las conexiones es posible allí donde se pone en juego una medida entre interés y des-interés, entre trabajo pagado e “impagable calidad” [5] de aquello que se hace y se pone en círculo, dimensión monetaria y extramonetaria del trabajo, de la organización, de las relaciones.
Donde se abre un horizonte relacional abierto a lo económico en su sentido antiguo y teológico, entendido por tanto no como subordinación a la economía sino como repensamiento de las diferentes formas y figuras del intercambio humano, es posible que las conexiones que se tejen en el contexto se hagan justo en este sentido amplio de economía, conexiones creativas. Conexiones que permiten no quedar anclados en la instrumentalidad de las relaciones y en una visión estática del contexto: trabajo pagado junto a un resto que permanece impagable, espacio para la entrega y la reciprocidad en una apertura que consiente poner en juego intereses sin ceñirlos en un horizonte finito, lectura del contexto como trama densa y móvil de relaciones y condiciones ambientales, y muy distinto entonces es el movimiento que se va generando.
Así si, solo a título de ejemplo, nuestro contexto de referencia es la ciudad que vivimos –en un momento en el que la ciudad está aplastada por el miedo y la inseguridad, asediada por una actitud defensiva cuando no nostálgica respecto a un pasado en el que se podía respirar aire puro y caminar sobre el verde, ver jugar a los niños en la calle y cultivar relaciones de vecindad – crear las condiciones para hacer de nuestra ciudad un lugar aún vivible podrá significar crear conexiones para reutilizar lugares dejados de la ciudad, poco usados o usados con otro objeto para ofrecer públicamente palabras poéticas, no consumo de poesía sino contextos en los que la ciudad se pueda abrir a la poesía y ésta pueda restituirle su “estar bien”, su efecto benéfico [6]. Crear ocasiones en las que como en un tiempo, y de manera diferente a cualquier tiempo, la gente bajaba al patio, pasaba toda la tarde con niños y chicos en mitad de la calle, vitalizando un espacio público con relaciones humanas y práctica del contexto. Un modo de estar no individualista sino abierto a cualquier cosa que esté en-común, que no excluye y que reabre las posibilidades de estar y participar, de crear lazos con otras y otros.
En un tiempo como el nuestro tan desencantado y cínico contar historias de creaciones sociales es un ejercicio de fe en su significado más elemental. Reponer al centro de la narración historias en las que hombres y mujeres creen fuertemente en lo que hacen y lo persiguen con la confianza que precisan para cuidar las condiciones para que algo nuevo pueda suceder.
Las creaciones sociales que podemos encontrar y reconocer son las parábolas y los cuentos contemporáneos de los que tenemos gran necesidad. Contar tiene el sentido no de ilusionar sino de ofrecer narraciones que, como las parábolas y los cuentos, nos ayuden a comprender cómo reabrirnos, a pesar de tantas dificultades y tantos conflictos, a lo imposible cultivando lo posible, a lo invisible cultivando lo visible y a repensar, a andar más allá del juego desnudo de las fuerzas.
Pensar que nuestro tiempo sea un tiempo de cuento podrá inducirnos fácilmente a pensar en el sentido común que se da a los cuentos en nuestros días: una narración fantasiosa que tiene poco que ver con la realidad y con sus dificultades. Un enfoque encantado poco perspicaz y poco equipado frente a tantas insidias y a tantos peligros que cada día nos reserva. Sin embargo Cristina Campo, gran lectora y conocedora de cuentos y de poesía y de la mejor literatura occidental y oriental, en su bellísimo recolección de ensayos Los imperdonables, habla de nuestro tiempo como del verdadero tiempo del cuento queriendo restituir a los cuentos y a nuestro tiempo su radical dignidad. “Sin embargo amo mi tiempo porque es el tiempo en el que todo falta y es quizás, justo por esto, el verdadero tiempo del cuento. Y ciertamente no entiendo con esto la era de las alfombras voladoras y de los espejos mágicos, que el hombre ha destruido para siempre con el acto de fabricarlos, sino la era de la belleza en fuga, de la gracia y del misterio a punto de desaparecer, como las apariciones y los signos arcanos del cuento: todo aquello a lo que ciertos hombres no renuncian nunca, que tanto más los apasiona cuanto más parece perdido y olvidado. Todo el que parte para reencontrar, sea a riesgo de la vida, como la rosa de Belinda en pleno invierno. Todo aquello que de vez en cuando se esconde bajo los restos más impenetrables, en el fondo de laberintos más horribles” [7].
[1] He profundizado estas reflexiones en La creación social, Carocci, Roma 2009
[2] El curso de formación Yo trabajo en mi barrio al cual hago referencia había sido ideado y dirigido por la Asociación Mimesis durante dos ciclos sucesivos y financiado en parte por la Ley 251/92 de empresariado femenino.
[3] He compartido con las socias de Estudio Guglielma, Investigación y creación social, ya Mimesis, estas intuiciones surgidas y en particular con Lucia Bertell. Con los años, también gracias al interés de otras y otros, esta hipótesis de trabajo ha crecido a través de reflexiones teóricas fuertemente ligadas a un trabajo de campo: Antonia De Vita, Empresas de amor y de dinero. Creación social y filosofía de la formación, Guerini e Associati, Milano 2005; Antonia De Vita, Lucia Bertell, “La creación social” en Anna Maria Piussi, (al cuidado de) Paisajes y figuras de la formación en la creación social, Carocci, Roma 2006.
[4] Esta expresión ha sido empleada por Lucia Bertell en el curso de una discusión sobre la creación social
[5] Lucia Bertell, “La impagable calidad” en A. Buttarelli, L. Muraro, L. Rampello, (al cuidado de), Duemilauna. Donne che cambiano lìtalia, Nuove Pratiche Editrice, Milano 2000.
[6] Portar bene in città. Donne e uomini, spazi urbani, creazzioni social. Una semana con Mariangela Gualtieri
[7] Cristina Campo, Gli imperdonabili, Adelphi, Milano 1987, p. 151.
Traducción: Ana Ruiz Abascal y Loris Viviani